Curso sobre el sufrimiento de los animales salvajes – Tema 17

Curso sobre el sufrimiento de los animales salvajes – Tema 17

En el siguiente capítulo explicamos qué es y qué no es la sintiencia. Describe los criterios para evaluar la presencia de la sintiencia, como la observación del comportamiento, o la presencia de un sistema nervioso centralizado. Por último, en base a estos criterios, hacemos un repaso de qué seres podemos pensar que son conscientes, y cuáles no.

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Qué es la sintiencia
El problema de la consciencia
Consciencia y autoconsciencia
Criterios para reconocer la sintiencia
La idea de que solamente los seres humanos son sintientes

 


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¿Qué es la sintiencia?

En capítulos anteriores hemos visto los motivos para tener en cuenta a todos los seres dotados de sintiencia. En este capítulo vamos a ver en más detalle en qué consiste esta. La sintiencia es la capacidad de tener experiencias. Otra palabra que se emplea para nombrar esto es “consciencia”. Un ser consciente es un sujeto de experiencias, es decir, alguien que puede experimentar lo que le sucede. Otra manera de describir esto es diciendo que los seres conscientes tienen “una perspectiva subjetiva propia”.1 Los animales pueden ser sujetos de experiencias si tienen las estructuras psicológicas que permiten que la consciencia surja.2

Los seres conscientes pueden experimentar algo externo en el ambiente, interno al cuerpo, o un pensamiento o memoria. Cuando un ser ya no es consciente, deja de tener experiencias, por lo que deja de ser un individuo, un sujeto de experiencias. Por ejemplo, cuando alguien tiene un accidente que destruye de manera irreversible su capacidad de consciencia, este individuo, como tal, deja de existir, incluso si su cuerpo sigue con vida. También se usa a veces la expresión “tener estados mentales” como sinónimo de “ser consciente” o “ser sintiente”. Un estado mental es cualquier tipo de experiencia, incluso una que sea muy simple, como el hecho de sentir dolor o placer físico. Como lo indica el propio término, solamente una mente puede experimentar un estado mental. Una mente es, pues, un sujeto de experiencias. Para tener experiencias no es necesario tener las funciones cognitivas complejas asociadas con el pensamiento y el aprendizaje. No es necesario poseer determinadas capacidades intelectuales complejas para tener un estado mental; todo lo que se necesita es ser sintiente. En otras palabras, el hecho de que un ser experimente el mundo no tiene nada que ver con si puede o no resolver mentalmente ciertos problemas. Podemos considerar que algunos criterios que usamos para evaluar si un ser es sintiente, o sea, consciente, pueden implicar un cierto grado o tipo de inteligencia. Si un animal es capaz de realizar tareas cognitivas complejas, esto nos dice, de forma indirecta, que su mente tiene la suficiente capacidad para permitir la sintiencia. Pero la inteligencia no es un criterio fundamental para pensar que un ser es consciente.

Por último, la consciencia no debería confundirse con la autoconsciencia, es decir la consciencia que tiene un ser de sí mismo. Un animal puede no ser consciente de sí mismo, pero puede tener otros tipos de experiencias. Hay quienes afirman que la sintiencia requiere autoconsciencia, pero esta es una posición minoritaria.

La capacidad de sufrir y disfrutar

Las experiencias que tienen distintos seres pueden variar de manera enorme. Algunas son sensaciones, como el gusto, el sonido o un olor que nos agrada o desagrada, o como la sensación de dolor. Hay también experiencias que no están relacionadas con los sentidos, sino con los pensamientos, como cuando recordamos o imaginamos algo, o cuando pensamos en un problema. Otras se relacionan con las emociones, como el disfrute, el miedo, la angustia y la satisfacción. Algunas experiencias pueden considerarse placenteras o agradables en cierto sentido, mientras que otras pueden considerarse desagradables. En un sentido amplio, las experiencias positivas pueden denominarse “disfrutes”, mientras que las negativas suelen denominarse “sufrimiento”. Esta es una terminología sencilla. Pero es importante tener en cuenta que no solamente alude a las sensaciones físicas positivas y negativas, sino a todo tipo de experiencias positivas y negativas.

El hecho de que nuestras experiencias puedan evaluarse en función de su valor positivo o negativo, es decir, de que nos hagan sentir bien o mal, es lo que nos hace considerarlas moralmente relevantes. Podemos recibir beneficios o perjuicios, al igual que el resto de seres sintientes. Esto también hace que la cuestión sobre qué seres son sintientes sea tan importante y urgente.3

Cuando decimos que el sufrimiento es malo por definición, queremos decir que necesariamente se experimenta como malo. Por supuesto, alguien puede tener una experiencia negativa, como el dolor, que puede resultar buena de manera instrumental. El dolor de una quemadura provocada por una estufa es útil porque hace que se tenga más cuidado a fin de evitar futuras quemaduras. Pero el dolor en sí es negativo, aunque el resultado sea positivo. De hecho, la experiencia negativa del dolor es lo que hace que sea instrumentalmente bueno, puesto que si no fuera negativa no llevaría a evitar una situación mala, o a impedir que se repita. Pero también ocurre a la inversa, que algo que nos agrada también nos perjudica. Esto puede suceder, por ejemplo, cuando comemos demasiada cantidad de alguna comida que nos gusta: en este caso, estamos ante un disfrute que es instrumentalmente negativo.

El problema de la consciencia

Una pregunta que surge en este punto es: ¿cómo es posible que, a partir de una base meramente material (un cerebro, o un sistema nervioso central), pueda surgir la consciencia? Responder a esto requiere saber qué estructuras debe haber en un organismo y cómo deberían actuar para que la consciencia sea posible. A esto es a lo que se conoce como el problema de la consciencia.4

No hay motivo para suponer que solamente un sistema nervioso central como el de los seres humanos haga surgir la consciencia, y hay evidencias de que existen distintos tipos de animales muy diferentes que son conscientes. Un ejemplo es el cerebro de las aves, que tiene una estructura muy similar al de los mamíferos, pero con una diferente disposición neuronal. El circuito cerebral de las aves parece estructurarse de una manera diferente, pero tiene un efecto semejante en términos de hacer posible la consciencia.

Debido a la dificultad de resolver el problema de la consciencia, quienes lo estudian están de acuerdo con que es improbable que se resuelva en un futuro próximo. A día de hoy es imposible saber con certeza qué seres son conscientes. Podemos concluir que un animal no puede ser consciente sin un sistema nervioso centralizado. Pero desconocemos el grado de complejidad que este debe tener para que un animal sea consciente.

También sabemos que la sintiencia no requiere una configuración cerebral como la humana, la de los mamíferos o la de los vertebrados. Esto se debe a que, aunque los animales más pequeños carecen de algunas áreas cerebrales que sí tenemos los seres humanos, a menudo dichos animales poseen áreas con funciones similares, que deberían poder permitir la consciencia.5 No hay nada en la organización del cerebro humano que sea necesario para que la consciencia esté presente, y que no se encuentre en otros animales. Más bien existen sistemas nerviosos de distintos tipos. Hay razones de peso para pensar que algunos animales, como los pulpos y las abejas, son conscientes pese a tener cerebros muy diferentes.

Otra razón para pensar que un cerebro como el nuestro no resulta necesario para la consciencia es que los seres humanos no solo tenemos pensamientos muy complejos, sino también experiencias simples, como el dolor. La capacidad de desarrollar pensamientos complejos no es una parte necesaria de la consciencia. Esto sugiere que el tipo de sistema nervioso necesario para la consciencia podría ser mucho más simple que el nuestro. De hecho, podría resultar bastante simple. Lo cual plantea que el número de animales capaces de tener experiencias conscientes quizás sea muy elevado.

Criterios para evaluar la presencia de la sintiencia

Otro problema a señalar es que la única consciencia de la que somos conscientes de manera directa es la que poseemos cada cual. No somos directamente conscientes de las experiencias que tiene el resto. Pero podemos deducir que otros individuos son conscientes teniendo en cuenta todas las evidencias a nuestro alcance, al compartir muchas características relevantes que indican la presencia de la consciencia. Si la interpretación más clara del comportamiento y de la neurobiología de alguien es que es consciente, deberíamos pensar que lo es. Por ejemplo, existen determinados comportamientos que asociamos con el dolor, como el lloro y ciertos gestos faciales. Muchos animales no humanos muestran tales comportamientos. Además, otro indicador de un pensamiento consciente es el comportamiento complejo, que puede sugerir que tiene lugar, para llevar este a cabo, una reflexión sobre cómo actuar.

Sin embargo, el criterio clave para considerar si un ser es sintiente es la fisiología. Es decir, si el organismo del animal está formado de una forma que permita la presencia de la consciencia. Todavía no comprendemos la base neuronal subyacente de la consciencia. No podemos determinar la presencia de consciencia de manera directa. En lugar de esto, tenemos que emplear las evidencias indirectas disponibles para realizar una estimación. La clave aquí parece consistir en la presencia de un sistema nervioso dotado de centralización que pueda procesar información nerviosa para dar lugar a experiencias.

¿Qué seres son conscientes?

A continuación, aplicaremos los criterios que acabamos de ver a los diferentes grupos de animales, para comprender mejor cuales de ellos podrían ser conscientes. Los casos más claros de animales que pueden ser sintientes son los de aquellos con un sistema nervioso centralizado cuyo órgano central (básicamente un cerebro) es bastante complejo. La centralización permite que esos sistemas nerviosos procesen información de manera compleja. Como resultado, no resulta sorprendente que los animales con dichos sistemas nerviosos puedan tener una gran variedad de comportamientos. Esto incluye a los vertebrados (desde mamíferos hasta aves y peces) y a los invertebrados (como, por ejemplo, moluscos cefalópodos como los pulpos). Como veremos, todas las evidencias disponibles apuntan a que estos animales son conscientes.6

Por otro lado, hay muchos animales que tienen un sistema nervioso centralizado con un cerebro que, sin embargo, no es grande ni complejo. Esto incluye a los artrópodos, entre los cuales están los insectos, los arácnidos y los crustáceos (como las langostas y los cangrejos).7 También en estos casos, existen evidencias importantes para concluir que son conscientes. Esto se debe a que la fisiología de estos animales se organiza de formas que, aunque sean más simples, parecen ser suficientes para que surja la consciencia, al tener sistemas nerviosos centralizados con cerebro. Su comportamiento también parece apoyar esto, puesto que en su vida diaria actúan de manera variada al realizar tareas como conseguir comida o evitar a los depredadores. Estos son los tipos de comportamientos flexibles que difícilmente pueden tener lugar en seres no conscientes.

Hay otros animales que tienen un sistema nervioso mínimamente centralizado sin cerebro. Aquí se incluirían, por ejemplo, gasterópodos como los caracoles, y bivalvos como los mejillones, así como otros animales con un número reducido de neuronas, como es el caso de una serie de nematodos. En estos casos pueden existir dudas sobre si son sintientes o no. Debido a los problemas que implica determinar la base de la consciencia, no podemos descartar la posibilidad de que lo sean. Analizaremos con más detalle la sintiencia de los invertebrados en el próximo capítulo.

Hay personas a quienes les cuesta aceptar que ciertos tipos de animales pueden ser sintientes, en especial cuando parecen tan diferentes de los seres humanos, o son de un tamaño mucho menor que el nuestro. Pero deberíamos tener en cuenta que menospreciar a alguien basándonos en su aspecto es un sesgo que deberíamos intentar evitar. Si estos animales cumplen los criterios para ser sintientes, hemos de considerar que muy probablemente lo sean. No importa su aspecto.

Sabemos que los animales sintientes, sean seres humanos o de otra especie, tienen experiencias que son positivas o negativas. Puesto que el problema de la consciencia probablemente siga sin resolver durante muchas décadas o más, deberíamos actuar suponiendo que cualquier animal con sistema nervioso centralizado podría ser sintiente. Esto supone que podrían ser afectados por nuestras acciones. Por ello, deberíamos darles consideración moral.

Por último, hay organismos vivos que no se comportan de la manera en que lo hacen los animales con sistema nervioso centralizado, y que carecen de la fisiología para desarrollar las funciones de los sistemas nerviosos. Algunos ejemplos son las plantas, los hongos, los protistas y otros seres vivos aparte de los animales, así como algunos animales como las esponjas, que no tienen sistema nervioso. Estos seres no cumplen los criterios para considerar que sean sintientes. Sin embargo, cuando nos fijamos en los animales, tenemos en cuenta las estructuras particulares que pueden hacer surgir la consciencia. Pero esto no quiere decir que para la sintiencia sea necesaria la presencia de un sistema nervioso como el de los animales. En el futuro tal vez ciertas inteligencias artificiales podrían tener sistemas procesadores centrales capaces de llevar a cabo las funciones que permiten que surja la sintiencia.


Notas

1 Nagel, T. (1974) “What is it like to be a bat?”, Philosophical Review, 83, pp. 435-450.

2 Sobre la cuestión de la consciencia en los animales véase Griffin, D. R. (2001) Animal Minds: Beyond Cognition to Consciousness, Chicago: University of Chicago Press; Allen, C. (2004) “Animal pain”, Noûs, 38, pp. 617-643; Lurz, R. (ed.) (2009) The philosophy of animal minds, Cambridge: Cambridge University Press; Allen, C. y Trestman, M. (2014 [1995]) “Animal consciousness”, en Zalta, E. N. (ed.) The Stanford Encyclopedia of Philosophy, Stanford: Stanford University, http://plato.stanford.edu/archives/sum2014/entries/consciousness -animal [consultado el 16 de diciembre de 2019]; Le Neindre, P.; Bernard, E.; Boissy, A.; Boivin, X.; Calandreau, L.; Delon, N.; Deputte, B.; Desmoulin‐Canselier, S.; Dunier, M.; Faivre, N. y Giurfa, M. (2017) Animal consciousness, EFSA Supporting Publications, 14, p.1196E, European Food Safety Authority, https://efsa.onlinelibrary.wiley.com /doi/pdf/10.2903/sp.efsa.2017.EN-1196 [consultado el 23 de noviembre de 2019]; Andrews, K. y Beck, J. (eds.) (2018) The Routledge handbook of philosophy of animal minds, New York: Routledge; Allen-Hermanson, S. (2018) “Animal consciousness”, en R. Gennaro (Ed.) The Routledge handbook of consciousness, New York: Routledge, pp. 388-407.

3 Estrictamente hablando, puede ser posible que un animal sea consciente pero no tenga ninguna experiencia negativa o positiva. Sin embargo, debido a que las experiencias con valor negativo o positivo son una parte tan importante de la función de la conciencia, esto parece improbable. Por simplicidad, asumiremos que si un ser es consciente, entonces ese ser es capaz de sentir sufrimiento y placer.

4 Allen, C. y Bekoff, M. (1997) Species of mind, Cambridge: MIT Press; Tye, M. (2017) Tense bees and shell-shocked crabs: Are animals conscious?, New York: Oxford University Press.

5  Kaas, J. H. (ed.) (2007) Evolution of nervous systems: A comprehensive reference, Amsterdam: Academic Press.

6 Élwood, R. W. (2011) “Pain and suffering in invertebrates?”, ILAR Journal, 52, pp. 175-184.

7 Ibid.