Hay distintos tipos de criterios que nos sirven para evaluar si un ser es sintiente. Estos incluyen consideraciones de los siguientes tres tipos: (1) conductuales, (2) evolutivas y (3) fisiológicas.
Cuando experimentamos un sufrimiento o un disfrute, tendemos a comportarnos de ciertos modos. Gesticulizamos, gritamos, gemimos… Y lo mismo sucede en el caso de otros sujetos. Esto sucede tanto en el caso de los seres humanos como en el de un gran número de animales no humanos. Este es un indicador que lleva a considerar que quien se comporta de tal modo está teniendo experiencias positivas o negativas.1
Hay, asimismo, ciertos tipos de conductas que pueden llevarnos a considerar que un ser puede estar teniendo experiencias positivas o negativas, que son aquellas que muestran un aprendizaje de los aspectos beneficioso o dañinos del ambiente. Por ejemplo, podemos ver que un animal, cuando se quema, se mantiene lejos del fuego en el futuro. Y lo mismo de cara a experiencias positivas. Ello sucede, por ejemplo, cuando un animal encuentra alimento en un cierto lugar y vuelve después a este. Sin embargo, esto no solo es un motivo para considerar que estos seres pueden sufrir y disfrutar. Es, de manera más general, una razón para creer que pueden tener experiencias y que, por lo tanto, son coscientes. Aunque deberíamos también tener en cuenta que es perfectamente posible que haya seres que son consciente pero carecen de cualquier capacidad de aprendizaje.
Estos son ejemplos de comportamientos específicos exhibidos por muchos animales no humanos. Pero estos individuos actúan de maneras complejas no solamente en situaciones donde podemos pensar que están experimentado sufrimiento o disfrute. Lo que es más relevante para determinar si un ser es sintiente no es cómo reacciona en estos casos específicos, sino cómo actúa en general. El comportamiento de un animal puede llevarnos a entender que es sintiente, incluso si no exhibe signos de sufrimiento ni disfrute. Esta es la razón.
El modo en que los animales consiguen mantenerse vivos (y, desde el punto de vista evolutivo, transmitir su material genético) es actuando de un modo u otro. Así, aquellos seres que evitan aquello que amenaza su persistencia y se procuran aquello que resulta necesario para ello logran sobrevivir. La clave para ello está, pues, en la conducta. La consciencia proporciona toda una serie de posibilidades para sobrevivir y transmitir su material genético a los organismos que la poseen porque determina que actúen de un modo u otro. El motivo en el que esto sucede es mediante la motivación. Las experiencias positivas y negativas mueven a quienes las poseen a actuar de un modo favorable a aquello que las ocasiona, y las negativas, de forma desfavorable a su causa. Este tipo de reacciones a las experiencias positivas y negativas no podrían haber sido programadas en individuos que carecen del tipo de motivación que posibilita la capacidad del conocimiento consciente.2
Por lo tanto, podemos concluir que la posesión de consciencia es la explicación más plausible que podemos dar cuando intentamos determinar por qué un animal actúa de una manera compleja. Hay un gran número de animales cuyo comportamiento no es simple en absoluto. Estos animales se enfrenta a situaciones muy diversas, donde para sobrevivir deben responder de manera apropiada. La plasticidad que esto requiere es difícil de explicar sin apelar a la consciencia.
Al analizar el comportamiento podemos tener en consideración la evolución, que explica por qué hay seres conscientes en primer lugar. Si dichos seres existen, es probablemente porque la consciencia aumenta sus posibilidades de sobrevivir y, por lo tanto, de transmitir sus genes a la siguiente generación de seres sintientes.
Hay dos formas en que las consideraciones evolutivas pueden llevar a la conclusión de que un ser posee o carece de la capacidad de tener experiencias positivas o negativas. La primera se refiere al tipo de circunstancias que pueden rodean la vida de un animal, y la capacidad de un animal de actuar de determinada manera. Como se indica más arriba, la capacidad de sentir surge en la historia evolutiva en conexión con la capacidad de actuar de una manera u otra.3
Ahora bien, hemos visto que esta motivación tiene sentido cuando el comportamiento de un individuo puede ser muy plástico, es decir, complejo y adaptable a las circunstancias. Cuando lo que beneficia que un organismo transmita sus genes es una conducta muy simple, la posesión de experiencias no tiene sentido. El motivo es que constituye un empleo de energía innecesario, pues el hecho es que la posesión de consciencia conlleva un gasto energético notable. En el caso de los seres humanos, hasta un 20% de la energía que utilizan es empleada en mantener activo su cerebro. Parte de esta cantidad de energía se emplea en funciones que no se realizan de manera consciente, pero una parte muy importante es empleada en ser conscientes. En otros animales con cerebros con una masa relativa a su peso total más reducida que en el caso humano, esa cantidad es, lógicamente, menor, pero continúa siendo alta. Si la consciencia no fuera necesaria para llevar adelante la conducta que un organismo necesita desarrollar, ser consciente será un lastre para él, pues le haría emplear en una función inservible una energía que podría emplear en otras funciones que sí le serían de gran utilidad. Este sería el caso de seres que no tienen la capacidad de moverse, como, por ejemplo, las plantas o los hongos.
Hay otra manera en la que las consideraciones evolutivas pueden ayudarnos a determinar si un ser es o no es sintiente: el parentesco. Pensemos en el caso de especies que están relacionadas de manera muy cercana, como ocurre con las especies que se han diferenciado de manera reciente en el árbol evolutivo. Tenemos algunas razones para creer que, si los miembros de una de estas dos especies son conscientes, lo serán también los miembros de las otras. (Algunos ejemplos de esto pueden verse en la sección sobre qué seres son sintientes.5)
El criterio que debería ser el factor determinante para saber si un ser es sintiente o no descansa en la evidencia de la fisiología. Es la estructura física y el funcionamiento asociado lo que hace posible para un individuo tener experiencias conscientes. Sin embargo, a día de hoy no sabemos el mecanismo por el cual esto ocurre. Para ser sintiente, un ser debe poseer una determinada estructufa física, pero solamente tenemos una idea aproximada de la naturaleza de esta estructura. Esto se explica en la sección sobre el problema de la consciencia.
La mera posesión de un sistema nervioso no es una condición suficiente para la sintiencia si el sistema nervioso no está centralizado. A día de hoy solamente sabemos que un sistema nervioso centralizado es necesario para la sintiencia.
Ahora bien, la complejidad de un sistema nervioso centralizado puede variar muy notablemente. Los más sencillos de estos constan únicamente de ganglios nerviosos, que se encuentran compuestos por la combinación de distintos nervios. Estos pueden ir variando en complejidad hasta llegar a constituir cerebros. Y estos varían también significativamente, claro está, en su nivel de organización. Un cerebro muy simple puede estar no mucho más desarrollado que un ganglio nervioso complejo.
Además, también puede haber una variación considerable en el grado de centralización. Los pulpos, por ejemplo, son moluscos que tienen un sistema nervioso centralizado bastante más complejo que el de muchos vertebrados. La organización del sistema nervioso de los pulpos y los vertebrados es muy diferente, debido a las diferencias en sus respectivas historias evolutivas. Con todo, la complejidad de comportamiento que muestran los pulpos lleva a la conclusión de que son seres conscientes. Por este motivo, sabemos que la sintiencia no requiere una configuración cerebral como la nuestra, como la de los mamíferos y ni siquiera como la de los vertebrados.6 De hecho, esto sugiere que el modo de organización de un sistema nervioso necesario para tener experiencias positivas y negativas puede ser bastante simple. Dicho modo de organización sería descubierto en una estructura antigua que evolucionó antes de la emergencia de la complejidad estructural observada en el sistema nervioso de un pulpo o un mamífero. Esto lleva a la conclusión de que los animales capaces de tener experiencias conscientes son, efectivamente, muy numerosos.
La estructura nerviosa es un criterio imprescindible para considerar que un ser es consciente, pero hay otros criterios adicionales. Solamente sobre la base de estos no estaríamos en posición de concluir que un ser sin sistema nervioso centralizado es consciente; pero dan evidencias adicionales para la consciencia en el caso de seres que poseen un sistema nervioso centralizado.
Uno de estos criterios se refiere al número de químicos que, al menos en muchos casos, actúan como analgésicos. Varios animales, de los cuales podemos asumir que son conscientes (incluyendo a los humanos entre ellos), producen varias sustancias que tienen el propósito de aliviar el sufrimiento en situaciones donde no es útil para el animal (por ejemplo, si debemos huir de alguien que nos amenaza). Sin embargo, un gran número de invertebrados con sistemas nerviosos centralizados simples también secretan estas sustancias. Es cierto que la función de estas sustancias podría ser diferente en estos organismos, pero en principio es natural pensar que podrían ocupar el mismo rol, sobre la base de consideraciones evolutivas.7
Otro criterio es la posesión de conductores como nociceptores. La función de estos conductores es transmitir información del daño del tejido al cerebro.8 La nocicepción es la detección de estímulos sensoriales nocivos o potencialmente nocivos. Ocurre cuando los tejidos de un organismo son afectados de una manera que les produce o puede producir daño. Este daño es detectado en los tejidos, y la información se transmite a lo largo del sistema nervioso. Este es el mecanismo que nos permite experimentar dolor y otras sensaciones físicas (como calor o frío).
Por lo tanto, se podría pensar que el estudio de la sintiencia podría reducirse al estudio de la nocicepción. Sin embargo, esto sería un error. La razón es que la información que se recibe y transmite a través de los mecanismos de la nocicepción no es dicha sensación de dolor. Para poder experimentar realmente el dolor, esa información tiene que ser recibida por un cerebro organizado de tal manera que no solamente sea capaz de procesarla, sino también de procesarla de una manera que produzca una experiencia codificada por él. Y lo que se desconoce a día de hoy es cómo el cerebro necesita organizarse para hacer surgir esta experiencia.
Sin embargo, y aunque la transmisión de información a través de la nocicepción no es equivalente a la experiencia del sufrimiento, en animales como los humanos es un requisito previo. Además, la nocicepción no tiene una función adicional. Ante esto, cuando estamos ante un ser que tiene un sistema nervioso centralizado con una estructura que posibilita la nocicepción, podemos asumir con seguridad que el individuo tiene la capacidad de sufrir y disfrutar (es consciente).
Sin embargo, y aunque podamos decir esto, la cuestión de qué seres son sintientes está todavía sin resolver, debido a que hay muchos individuos que son capaces de tener experiencias pero carecen de nociceptores. Esto sería posible en el caso de animales con transmisores de dolor muy simples.
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