La sintiencia es la capacidad de tener experiencias positivas y negativas, como sentir dolor y placer. La sintiencia solamente puede existir en un ser que es consciente, porque tener una experiencia supone ser consciente de algo. La sintiencia pone el énfasis en las experiencias en sí mismas, pero un individuo debe ser consciente para experimentar algo.
Quienes niegan que los animales no humanos son sintientes afirman algunas veces que no puede demostrarse que lo sean. Puesto que no sabemos realmente cómo puede organizarse una estructura para que surja la experiencia consciente, quienes sostienen dicha posición afirman que no podemos tener la seguridad de si el sistema nervioso central de los animales no humanos poseen realmente este tipo de estructuras. También señalan que el comportamiento asociado con las respuestas conscientes puede ser consecuencia de otras causas, y sugieren que las sustancias analgésicas en apariencia segregadas por los cuerpos de los animales no humanos –que alivian el dolor, algo que no sería necesario en un ser que no sea consciente del dolor– tienen otros propósitos. Y, finalmente, han defendido que el paso crítico en la evaluación de la consciencia ha tenido lugar solamente en las últimas decenas o cientos de miles de años.
Esto se defiende en ocasiones al apelar a que el desarrollo del neocórtex fue el paso crítico. Pero tenemos razones para rechazar esta posición. De hecho, podemos considerar que esta es una posición antropocéntrica. Es más, puede caracterizarse como una posición radicalmente antropocéntrica, puesto que quienes la sostienen afirman que debemos considerar a los animales como no conscientes porque no puede probarse con seguridad que lo sean, a pesar de las enormes evidencias de que lo son.1 Estos argumentos antropocéntricos no soportan bien el escrutinio, por tres motivos principales.
(1) Fisiología animal. Debería tenerse en cuenta en principio que es imposible probar hoy que un ser con un sistema nervioso central no pueda ser conscientes. Por lo que la posición antropocéntrica sufre, al menos, de uno de los mismos problemas que plantean quienes muestran escepticismo: la improbabilidad de si un tipo particular de sistema nervioso centralizado puede dar lugar a la experiencia consciente o no.2
(2) Consistencia. Quienes sostienen una posición radicalmente escéptica sobre las otras mentes creen que no podemos asegurar a partir de la evidencia disponible (como el sistema nervioso centralizado, y las indicaciones conductuales y fisiológicas) la presencia o ausencia de consciencia, y que la única evidencia aceptable sería tener acceso a los estados mentales de otros, y poder saber con seguridad si tienen experiencias conscientes. Si sostenemos una posición radicalmente escéptica sobre las otras mentes, sería inconsistente asumir que solamente los seres humanos son conscientes. Desde esta posición, deberíamos concluir que ningún ser diferente a uno mismo es consciente, sea humano o no humano. Es decir, deberíamos extender nuestro escepticismo a los seres humanos también. La razón es muy sencilla: si no podemos concluir que los animales no humanos son conscientes porque no tenemos acceso a sus estados mentales, entonces no podemos concluir que los seres humanos sean conscientes, porque no podemos meternos en su cabeza, y acceder a sus experiencias tampoco. Sin embargo, esto parece altamente improbable, si no absurdo en la práctica. Pero esta es la posición implícita en los argumentos presentados a favor del antropocentrismo cuando los tomamos suficientemente en serio.3
(3) Plausibilidad y simplicidad. Debemos guiarnos por la perspectiva de lo que es más plausible. A partir de los puntos arriba indicados, vemos que la posición antropocéntrica radical no puede probar lo que afirma que puede probar, y que alcanzamos una conclusión implausible si tomamos sus argumentos en serio. Puesto que los argumentos planteados desde el escepticismo radical sobre la inaccesibilidad a otras mentes también se aplican a otros seres humanos, tal posición estaría obligada a rechazar su propia asunción de que los seres humanos diferentes a uno mismo son conscientes. Por lo tanto, su hipótesis no parece ser plausible. La mayoría piensa y actúa bajo la asunción de que otros seres humanos son conscientes, basándonos en la evidencia que desde tal posición escéptica se afirma rechazar. Podemos ver esto más claramente si consideramos los criterios para la sintiencia: comportamiento observable, fisiología relevante y lógica evolutiva. No solamente los seres humanos, sino muchos animales no humanos satisfacen estos criterios.
Una de las consideraciones básicas para elegir una teoría científica sobre otra es la parsimonia, es decir, la simplicidad en la explicación.4 Que una explicación sea mucho más compleja que otra para explicar por qué algo sucede no la hace falsa. Pero esto es, en principio, una razón para preferir la alternativa más simple. Por lo tanto, la parsimonia nos lleva a considerar que un número elevado de animales no humanos son seres sintientes. Aceptar la posición escéptica arriba presentada supondría tener que asumir muchas cosas que parecen muy improbables. Por ejemplo, tendríamos que asumir que las mismas estructuras complejas (como las de áreas del cerebro responsables del procesamiento del dolor en los humanos, también presentes en animales de otras especies) y los procesos fisiológicos (actividad del sistema nervioso) tienen propósitos diferentes en los seres humanos que en los animales de otras especies. Cuando un animal con una pata rota se lamenta, deja de apoyar esta, experimenta un elevado ritmo cardíaco, y produce sustancias opiáceas (asociadas en los seres humanos con el alivio del dolor) que llamamos habitualmente hormonas del estrés; tendríamos que asumir que todas esas cosas que estamos observando están presentes en un animal herido por razones completamente diferentes que cuando están presentes en un ser humano herido.
Para más información, ver también:
Criterios para reconocer la sintiencia
Indicadores de sufrimiento animal
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1 Para una defensa de que solamente los seres humanos tienen consciencia, ver: Dennett, D. (1995) “Do animals have beliefs?”, en Roitblat, H. & Meyer, J. (eds.) Comparative approaches to cognitive science, Cambridge: MIT Press, pp. 111-118. Ver también: Carruthers, P. (1989) “Brute experience”, Journal of Philosophy, 86, pp. 258-269; (2003 [1992]) La cuestión de los animales: teoría de la moral aplicada, Madrid: Akal. Para críticas a estas posiciones, ver: Jamieson, D. & Bekoff, M. (1992) “Carruthers on nonconscious experience”, Analysis, 52, pp. 23-28. McGinn, C. (1995) “Animal minds, animal morality”, Journal of Social Research, 62, pp. 731-747.
2 Ver, por ejemplo: Clark, S. R. L. (1984 [1977]) The moral status of animals, Oxford: Oxford University Press.
3 Allen, C. & Bekoff, M. (1997) Species of mind, Cambridge: MIT Press.
4 Rollin, B. E. (1989) The unheeded cry: Animal consciousness, animal pain and science, Oxford: Oxford University Press.