Ser consciente es ser capaz de tener cualquier clase de experiencias subjetivas o conocimiento de algo.1 Podemos experimentar algo solamente si somos conscientes, y ser conscientes supone que podemos tener experiencias. Los seres conscientes pueden experimentar algo externo en el ambiente, o algo interno en el cuerpo. Puede ser la experiencia de un sentimiento o un pensamiento de cualquier tipo. Una experiencia es positiva cuando quien la está teniendo disfruta, se satisface o se complace con ella. Es negativa cuando incluye alguna forma de sufrimiento. Sufrir es tener una experiencia negativa.
Todas las demás emociones y sentimientos que tenemos son experiencias, y podemos tener también experiencias que son producidas solamente por pensamientos. Podemos tener estas experiencias en la medida en que somos conscientes; en efecto, el hecho en sí de tener experiencias es, como se indicó arriba, ser consciente.
La palabra “sintiencia” se usa en ocasiones en lugar de consciencia. La sintiencia alude a la capacidad de tener experiencias positivas y negativas producidas por afectaciones externas al cuerpo o sensaciones dentro del cuerpo. La diferencia en el significado entre sintiencia y consciencia es pequeña. Todos los seres sintientes son seres conscientes. Pero un ser consciente no puede ser sintiente si, por algún daño, ha pasado a ser incapaz de recibir cualquier sensación del cuerpo o del mundo externo y solamente puede tener experiencias de sus propios pensamientos.
Cuando un individuo tiene una experiencia, existe en ese individuo lo que llamamos un sujeto, es decir, un “alguien” que está teniendo la experiencia, un “yo” que es consciente. La palabra subjetiva, que alude a las experiencias internas o personales, se refiere a este sujeto. Un sujeto es un alguien, que experimenta el mundo, como hace un animal. Un objeto es una cosa que no experimenta el mundo. Un pollo es un sujeto de experiencias, mientras que una piedra no lo es. Si acaricias un pollo, sentirá placer. Si acaricias una piedra, no hay nadie allí que sienta nada.
La cuestión a responder es la siguiente: ¿qué individuos son sintientes (y, por lo tanto, conscientes?). O, dicho de otra manera, ¿qué estructura física o disposición de células nerviosas hace que un individuo tenga lo que no es una mera colección de células, sino que lo constituye en un ser consciente?2
El problema de la consciencia puede formularse de la siguiente manera: cómo es posible que, a partir de una base meramente material (un cerebro, o un sistema nervioso central), pueda surgir la consciencia.3 Es decir, de qué forma tiene que estar organizada y funcionar tal materia, qué estructura tiene que estar presente en un organismo y de qué forma tiene que funcionar para que ello sea posible. Esto es a lo que el problema de la consciencia se reduce. Responder a esto requiere hacer la pregunta de qué estructuras deben estar presentes en un organismo y cómo funcionarían para que la consciencia sea posible. En otras palabras, de todas las diferentes maneras en que los cuerpos de los animales se ordenan, ¿cuáles contienen estructuras y características que hacen surgir la consciencia? No hay motivo para suponer que solamente un sistema nervioso central como el de los humanos haga surgir la consciencia, y hay bastantes evidencias de que tipos muy diferentes de animales son conscientes. Un ejemplo es el cerebro de las aves, que tienen estructuras muy similares a las de los cerebros de los mamíferos, pero diferentes disposiciones neuronales. Pero sus circuitos cerebrales parecen estar estructurados de una manera diferente que crea un efecto similar en términos de consciencia y conocimiento. Un pulpo es un invertebrado con un tipo muy diferente de sistema nervioso. Pero un pulpo muestra comportamientos y responde a su ambiente como un individuo consciente.
No sabemos todavía qué produce que surja la consciencia. Y hasta que sepamos esto, no podremos saber qué individuos son sintientes. Pero sabemos que, en ausencia de, al menos, un sistema nervioso centralizado, la consciencia no surgirá en un animal. Por ello debemos entender un sistema nervioso que no solamente transmite información, sino que también tiene cerebro o ganglios que la procesan. Sabemos que los individuos que carecen de un sistema nervioso centralizado no pueden ser conscientes. Los sistemas nerviosos no centralizados transmiten información sobre el daño a alguna parte del organismo, pero esta información no resulta en una experiencia consciente porque no hay estructura corporal en la que una agregación suficientemente grande de células nerviosas interactúen para procesar una experiencia, algo diferente a meramente transmitir la información. Es el procesamiento de información lo que produce la experiencia. Procesar o computar información no es meramente una indicación de consciencia. La consciencia parece ser imposible si ningún procesamiento ocurre.
En nuestro cuerpo, si nuestra rodilla es golpeada ligeramente, la pierna se mueve de manera automática (sin intención por nuestra parte), y con independencia de la sensación que sentimos en la rodilla. La información que se origina en nuestra rodilla, con el golpe, se divide y mueve en dos caminos separados: un camino lleva a nuestro cerebro a través de la médula espinal, donde se procesa para producir la experiencia correspondiente; el otro camino incluye un circuito diferente, yendo a través de la médula espinal hasta las músculos que hacen funcionar la pierna, sin siquiera alcanzar el cerebro. En el segundo camino la información toma una ruta directa mucho más corta para permitir al cuerpo reaccionar de manera rápida al estímulo (‘arco reflejo’). Hay una buena razón por la que existe este mecanismo dual. Hay casos donde algunas partes del cuerpo están amenazadas por una reacción lenta a una amenaza externa. Si tuviéramos que pensar en moverlas debido al dolor, en lugar de responder de manera automática, podríamos no actuar de manera suficientemente rápida para evitar el daño.
Lo relevante aquí es que la información transmitida en arco no llega nunca a ser experimentada, al no ser procesada por ningún centro nervioso como un cerebro. El sistema nervioso no centralizado de algunos animales funciona como lo hacen los arcos reflejos. Transmiten la información desde las células que reciben ciertos estímulos a otras células que deben activarse, sin la participación de experiencias subjetivas. En estos casos hay una transmisión meramente mecánica de información. Dichas reacciones no indican la existencia de sintiencia.
Por este motivo hay que descartar que un ser que tenga un sistema nervioso sin centralizar pueda ser sintiente, al igual que los organismos que carecen de sistema nervioso por completo (ver Qué seres no son conscientes).
¿Cuál es exactamente el modo en el que operan los órganos centrales de nuestro sistema nervioso para que surja la consciencia? No lo sabemos.
Actualmente se investiga para intentar identificar los correlatos neuronales de la consciencia en humanos. Los correlatos neuronales de la consciencia son los “eventos neuronales”, es decir, la manera en que los conjuntos de neuronas funcional y trabajan cuando ocurre una determinada operación mental.4 En relación con esto, se estudia a los sujetos humanos que han sufrido lesiones cerebrales y que han perdido algunos aspectos de la consciencia a consecuencia de ello. Estos estudios están en pañales y pasará mucho tiempo hasta que tengamos una comprensión sólida de los correlatos neuronales de la consciencia.
Saber qué operaciones tienen lugar en un sistema nervioso cuando ocurre alguna experiencia no explica cómo esas operaciones crean la experiencia. Y los correlatos neuronales de determinado tipo de experiencia podrían ser diferentes en distintos tipos de animales, como las aves, los cetáceos y los cefalópodos. Sencillamente no lo sabemos. Dichas investigaciones tempranas pueden dar solamente conocimientos limitado, y mientras permanezca sin resolver el problema de qué es la consciencia y cómo surge, quedarán abiertas a revisión las especulaciones sobre cómo el sistema nervioso centralizado produce las experiencias.
Debido a la dificultad de resolver el problema de la consciencia, quienes lo estudian están de acuerdo con que es improbable que sea resuelto en un futuro cercano. Por lo que sabemos hoy, solamente podemos hacer estimaciones aproximadas sobre qué seres probablemente sean o no sintientes, y podemos asegurar de manera confidencial que determinados individuos no son sintientes. Teniendo en cuenta la actual información, es imposible saber sin duda alguna qué seres con sistema nervioso centralizado son conscientes. Sabemos que sin dicho sistema no puede haber consciencia, pero no sabemos qué grado de complejidad debe poseer un sistema para que la consciencia surja. No podemos saber con exactitud qué seres pueden tener experiencias hasta que sepamos con exactitud qué base física se necesita para la consciencia y, por lo tanto, para las experiencias. Y no podemos responder esta pregunta hasta que resolvamos el problema de cómo surge la consciencia.
Para determinar a qué seres debemos tener en consideración moral, debemos analizar qué seres con experiencias, como resultado del proceso evolutivo, pueden tener experiencias tanto positivas como negativas.5 Si hubiera seres que tuvieran solamente experiencias positivas o negativas, estos seres también merecerían consideración moral.
Podría haber también entidades que tengan experiencias que no sean positivas ni negativas. Hay una diferencia entre la capacidad de tener experiencias en general, y la capacidad de tener experiencias positivas o negativas de manera específica. Puede ser posible crear una máquina que pueda tener experiencias, pero sea indiferente a esas experiencias. Sus experiencias no serían positivas ni negativas. Esta máquina no se preocuparía de si las tiene o no. Dicha máquina sería también indiferente a la continuidad de su propia existencia. Debido a que carecería de experiencias positivas y negativas, la máquina no se preocuparía de cómo fuera tratada. Con independencia de qué hiciéramos a la máquina, sería imposible perjudicarla o ayudarla. Si estuviera de alguna manera satisfecha sobre la perspectiva de continuar existiendo, o molesta por el pensamiento de su propia muerte, la máquina sí tendría experiencias positivas o negativas, y tendría que ser considerada como un diferente tipo de entidad, una que es sintiente.
Sabemos que los animales sintientes, tanto los humanos como los de otras especies, tienen experiencias que son positivas o negativas. Puesto que es probable que el problema de la consciencia siga sin ser resuelto durante varias décadas, deberíamos actuar bajo la suposición de que cualquier animal con un sistema nervioso centralizado puede ser sintiente. Deberíamos considerar la probabilidad de que son sintientes, y que podemos afectarlos mediante nuestras acciones, por lo que deberíamos tenerlos en consideración moral.
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1 Nagel, T. (2000 [1974]) Ensayos sobre la vida humana, 2nd ed., México, D. F.: Fondo de Cultura Económica, pp. 274-296.
2 Parece perfectamente posible que una estructura diferente a la de la red neuronal de los animales sintientes sea capaz de desarrollar funciones análogas. Por lo tanto, es en principio posible que pueda haber mentes que no sean orgánicas, aunque en nuestro mundo, actualmente al menos, solamente los animales con sistema nervioso centralizado son conscientes.
3 Chalmers, D. J. (1996) The conscious mind: In search of a fundamental theory, Oxford: Oxford University Press.
4 Rees, G.; Kreiman, G. & Koch, C. (2002) “Neural correlates of consciousness in humans”, Nature Reviews Neuroscience, 3, pp. 261-270. Block, N. (2005) “Two neural correlates of consciousness”, Trends in Cognitive Sciences, 9, pp. 46-52.
5 Griffin, D. R. (1981) The question of animal awareness: Evolutionary continuity of mental experience, New York: Rockefeller University Press. Cabanac, M.; Cabanac, A. J. & Paren, A. (2009) “The emergence of consciousness in phylogeny”, Behavioural Brain Research, 198, pp. 267-272. Grinde, B. (2013) “The evolutionary rationale for consciousness”, Biological Theory, 7, pp. 227-236. Ng, Y.-K. (1995) “Towards welfare biology: Evolutionary economics of animal consciousness and suffering”, Biology and Philosophy, 10, pp. 255-285.