Razones evolutivas por las que el sufrimiento predomina en la naturaleza

Razones evolutivas por las que el sufrimiento predomina en la naturaleza

Una de las razones principales por las que la mayoría de animales no humanos podría experimentar más sufrimiento que felicidad en el mundo salvaje consiste en que nacen muchos más animales de los que pueden sobrevivir. Las razones de estas altas tasas de mortalidad tienen su raíz en la función de los procesos evolutivos y de la selección natural.

La evolución no optimiza la felicidad, sino la eficacia biológica

La ecología y la historia natural no están determinadas por aquello que beneficia a los intereses de los individuos vivos (es decir, a lo que es bueno o malo para su bienestar). En lugar de esto, optimizan la transmisión de la información genética de los individuos. Las características de los diferentes animales individuales, incluyendo la forma física, la fisiología, la manera en que crecen y se desarrollan y el comportamiento, condicionan las relaciones entre dichos individuos. Todas estas características son elementos de lo que se denomina el fenotipo de un animal.1 Los genes de un animal constituyen su genotipo, que ha sido resultado de la evolución a lo largo de muchas generaciones.

¿Qué es lo que determina la constitución genética de los animales? Una respuesta sencilla que se puede dar a estas pregunta consiste en que esta es la que les han transmitido los animales de los que descienden. Diferentes individuos son portradores de cierta información en los genes que los lleva a ser y a comportarse de determinada manera. Los individuos que existen en la actualidad tuvieron ascendientes que consiguieron reproducirse. Si dichos ascendientes hubieran tenido información diferente, o si la información genética de sus ascendientes no se hubiera transmitido, no habría en la actualidad seres con su información genética.2

La eficacia biológica, o valor adaptativo, es el éxito que tiene un animal a la hora de transmitir sus genes a otros animales que vivan con posterioridad (bien transmitiéndoselos el propio animal al reproducirse, o bien si lo hacen otros animales emparentados con él). Pero no toda la información genética tiene las mismas probabilidades de ser transmitida. Por lo general, lo que hace más probable la transimisión de un gen es lo beneficioso que este resulta para la eficacia biológica de un individuo.3 Esto no significa que ocurre así siempre, puesto que las circunstancias y las oportunidades de un individuo también influyen en que este sobreviva para transmitir su conjunto de genes. Pero esto es en esencia lo que sucede en la selección y la evolución natural. Si un determinado conjunto de genes hace que los animales tengan mejores condiciones para transmitirlo, habrá mayores oportunidades de que los animales futuros tengan esa información genética. Por otra parte, si esta última hace que los animales sean incapaces de transmitir dicha información, no habrá seres vivos que la transmitan.

Debido a esto, la evolución ha seleccionado diferentes estrategias reproductivas.4 Algunas estrategias priorizan el cuidado parental, una mayor esperanza de vida y características que a menudo se corresponden con un mejor bienestar. Estas adaptaciones son importantes en tanto que mejoran la oportunidad de supervivencia de cada individuo hasta el momento de la reproducción. Pero, puesto que estas adaptaciones requieren la inversión de más energía, también implican que habrá menos crías por lo general. La mayoría del resto de estrategias reproductivas produce grandes números de crías, de las cuales es estadísticamente probable que solo un pequeño porcentaje sobreviva hasta la edad adulta. Ello provoca una cantidad inmensa de sufrimiento en la naturaleza.

Las estrategias reproductivas se encuentran entre las características que forman lo que se llama la historia de vida de ciertos animales. La historia de vida de los animales es la suma de los patrones y acontecimientos que ocurren en distintos momentos de su existencia, en particular en lo relativo a la reproducción y la supervivencia. Entre estos se incluyen factores como la edad a la que se reproducen, cuántas crías tienen, el tamaño de estas al nacer, cuánto invierten en el cuidado parental, cuántas veces se reproducen, cuándo mueren y otros. Tales características suponen una ventaja reproductiva para los animales (es decir, hacen más probable que los animales tengan crías que sobrevivan y se reproduzcan). Algunos ejemplos de estas son la reproducción a una edad joven, tener más crías en lugar de una o unas pocas, reproducirse varias veces en lugar de una sola, e invertir de manera considerable en la supervivencia de las crías.

Hay costes a los que los individuos y las poblaciones se enfrentan por tener algunas de estas características u otras. Si un animal tiene muchos descendientes, no será posible para ese animal invertir de manera considerable en su supervivencia, y viceversa. A lo largo de la evolución los animales terminan con algunas de estas características y no otras, y las características con las que finalizan forman su historia de vida. La posesión de diferentes características no es cuestión de todo o nada: los animales tienen determinadas características hasta cierto punto. Por ejemplo, una especie animal podría tener solamente una o dos crías en un momento, e invertir de manera importante en su cuidado, pero podría engendrar muchas veces a lo largo de su vida, por lo que tendrá más crías de las que pueden sobrevivir para que la población permanezca estable en cuanto al número. Otra especie animal podría reproducirse solo una vez, pero poner miles de huevos, de los cuales solamente unos pocos sobrevivirán a la infancia.5

Lo importante de estas características es que las más habituales en la naturaleza no son las que maximizan el bienestar de los animales. Son las que maximizan la posibilidad de que estos continúen teniendo descendencia a lo largo del tiempo.

La competición para obtener los recursos que los individuos necesitan para sobrevivir (como comida, agua, refugio u otros) es dura, y dichos recursos son limitados. Muchos más animales van a existir en un determinado momento de los que el medio ambiente puede soportar de manera viable. Incluso si los recursos aumentaran, la tasa exponencial de crecimiento que ocurre con cada generación posterior volvería imposible que las poblaciones permanezcan estables. Ello se debería a que continuar este crecimiento poblacional requeriría una cantidad extremadamente grande de recursos. Muchos animales ponen miles de millones de huevos. Aunque no todos ellos eclosionan, el número de animales que nace es enormemente superior al que sobrevive para mantener la población estable (lo que supone de media una cría por progenitor en cada generación). Por lo tanto, tener una esperanza de vida corta y una alta tasa de mortalidad es algo determinado de manera biológica para muchos tipos de animales.

Una explicación evolutiva de por qué los animales tienen experiencias positivas y negativas

Las experiencias positivas y negativas (a las que se denomina en ocasiones “estados de bienestar”)6 han evolucionado como mecanismos motivadores de aquellos comportamientos que llevan con mayor probabilidad a la supervivencia o reproducción de los animales que los tienen, o bien que mejor ayude a los animales con genotipos similares a la supervivencia y la reproducción. Básicamente esto lleva a incrementar la eficacia biológica del animal, es decir, a promover la transmisión de la información genética del animal a nuevas generaciones. Supongamos que alguna característica motiva a los animales a actuar de una manera que mejora su adaptación, esto es, de una manera que favorece su supervivencia, su potencial reproductivo, o el potencial reproductivo de otros individuos que comparten sus genes7 (como puede suceder, por ejemplo, si un gen motiva a un animal a ayudar a sus parientes). En ese caso podemos esperar que haya una tendencia hacia la selección de esa característica. Tener experiencias positivas en determinadas situaciones incita a los animales a estar en dichas situaciones. Esto ocurre, por ejemplo, cuando poseen suficientes recursos para satisfacer sus necesidades físicas. Asimismo, cuando estos recursos no son suficientes, y en consecuencia se reduce la eficacia biológica de estos animales (por ejemplo, cuando sufren daños físicos, o no tienen comida), los animales tienden a tener experiencias negativas. En un ambiente variable, la adaptabilidad es clave para que la transmisión de genes continúe. Por los motivos que hemos visto, una adaptación importante que muchos animales comparten es la capacidad de percibir de manera consciente el mundo a través de sentimientos y emociones; es decir, de ser sintientes.

Debemos tener en cuenta también que, si bien la felicidad y el sufrimiento existen porque aumentan la eficacia biológica, no están perfectamente ajustadas para maximizar esta. En la historia natural las características determinadas por la herencia genética solo se seleccionan cuando funcionan suficientemente bien para marcar una diferencia en cuanto a la transmisión genética. No es necesario que sirvan de manera perfecta. Por ello, los individuos conscientes tienen experiencias positivas y negativas incluso en el caso de que nunca se reproduzcan, ni contribuyan de otra forma a la transmisión de su información genética (como sucede si ayudan a la reproducción de otros individuos con los que comparten algunos de sus genes).

Cómo lleva esto a que haya una gran cantidad de sufrimiento en la naturaleza

Esto ofrece un contexto para comprender por qué el sufrimiento puede exceder a la felicidad en la naturaleza. Debido a que nacen muchos más animales de los que pueden sobrevivir, y a la competición por los recursos,8 la mayoría de animales tiene vidas cortas y muertes difíciles. Pueden morir por inanición, por enfermedades o ser devorados vivos. Si hubiera recursos disponibles para todos en un momento determinado, dichos recursos no durarían mucho, puesto que los individuos se multiplicarían tanto como pudiesen hasta que solo hubiera los disponibles para un pequeño porcentaje de animales. Por lo tanto, es probable que en la naturaleza exista más sufrimiento que experiencias positivas. La gran cantidad de muertes que ocurren por la estrategia reproductiva predominante, consistente en tener un elevado número de crías, parece ser un motivo principal para que esto sea así.

Muchos de los daños que los animales sufren en la naturaleza ocurren por otras situaciones, como las condiciones climáticas extremas o los daños físicos. Sin embargo, estas situaciones pueden relacionarse a menudo con estrategias reproductivas. La presión poblacional puede empujar a los animales a ambientes más severos en los que no se encuentren bien, y muchos animales sufren daños físicos en su intento de obtener los recursos requeridos para la propia supervivencia. En una situación de debilidad son más susceptibles a enfermedades, parásitos y depredadores.

Todo esto puede sonar extraño a algunas personas debido a la tendencia a esperar que aquello que resulta de un proceso natural sea positivo. Sin embargo, este análisis optimista carece de justificación. Como se explica en la sección sobre la situación de los animales en el mundo salvaje, los animales no humanos son dañados de muchas formas en la naturaleza. Más arriba hemos visto una explicación evolutiva de esto. Este argumento puede resumirse así: en la historia natural, la sintiencia ha sido seleccionada porque a menudo aumenta la eficacia biológica de los animales, al incentivar los comportamientos que la incrementan, y desincentivar los que la reducen, mediante las experiencias de placer y dolor. Pero en la historia natural también se seleccionan determinadas historias de vida que favorecen ciertas estrategias reproductivas. Estas implican que solo una fracción de seres sintientes puede sobrevivir a la infancia, y quienes sobreviven sufren normalmente debido a ambientes inhóspitos que no pueden evitar. Por supuesto, puede haber muchos individuos con vidas donde abunde la felicidad. El argumento que hemos visto no supone que necesariamente predomine el sufrimiento en la vida de los miembros de todas las poblaciones o especies. Pero ofrece una explicación básica de por qué sí prevalece en la vida de muchos de ellos.


Lecturas recomendadas

Barnard, C. J. & Hurst, J. L. (1996) “Welfare by design: The natural selection of welfare criteria”, Animal Welfare, 5, pp. 405-433.

Broom, D. M. (1991) “Assessing welfare and suffering”, Behavioural processes, 25, pp. 117-123.

Broom, D. M. (1998) “Welfare, stress, and the evolution of feelings”, Advances in the Study of Behavior, 27, pp. 371-403.

Catania, A. C. & Harnad, S. (eds.) (1988) The selection of behavior, Cambridge: Cambridge University Press.

Clarke, M. & Ng, Y.-K. (2006) “Population dynamics and animal welfare: Issues raised by the culling of kangaroos in Puckapunyal”, Social Choice and Welfare, 27, pp. 407-422.

Colgan, P. (1989) Animal motivation, London: Chapman and Hall.

Darwin, C. (2018 [1860]) “Letter no. 2814”, Darwin Correspondence Project Darwin [referencia: 29 de agosto de 2018].

Darwin, C. (2014 [1860]) El origen de las especies, San Francisco: Wikimedia Foundation [referencia: 10 de agosto de 2014].

Darwin, C. & Wallace, A. (1858) “On the tendency of species to form varieties; and on the perpetuation of varieties and species by natural means of selection”, Proceedings of Linnean Society, 3, pp. 45-62.

Dawkins, M. S. (1998) “Evolution and animal welfare”, The Quarterly Review of Biology, 73, pp. 305-328.

Dawkins, M. S. (1990) “From an animal’s point of view: Motivation, fitness, and animal welfare”, Behavioral and Brain Sciences, 13, pp. 1-9.

Dawkins, M. I. S. (2001) “Who needs consciousness?”, Animal Welfare, 10, pp. S19-S29.

Denton, D. A.; McKinley, M. J.; Farrell, M. & Egan, G. F. (2009) “The role of primordial emotions in the evolutionary origin of consciousness”, Consciousness and Cognition, 18, pp. 500-514.

Fraser, D. & Duncan, I. J. (1998) “‘Pleasures’, ‘pains’ and animal welfare: Toward a natural history of affect”, Animal Welfare, 7, pp. 383-396 [referencia: 27 de septiembre de 2019].

Lack, D. (1954) The natural regulation of animal numbers, Oxford: Clarendon.

Reznick, D.; Bryant, M. J. & Bashey, F. (2002) “r-and K-selection revisited: The role of population regulation in life-history evolution”, Ecology, 83, pp. 1509-1520.

Richards, R. R. (1989) Darwin and the emergence of evolutionary theories of mind and behavior, Chicago: University of Chicago Press.

Roff, D. (1992) The evolution of life histories: Theory and analysis. New York: Chapman & Hall.

Rolston, H., III (1992) “Disvalues in nature”, The Monist, 75, pp. 250-278.

Sagoff, M. (1984) “Animal liberation and environmental ethics: Bad marriage, quick divorce”, Osgoode Hall Law Journal, 22, pp. 297-307 [referencia: 15 de abril de 2018].

Tomasik, B. (2014) “The predominance of wild-animal suffering over happiness: An open problem”, Essays on Reducing Suffering [referencia: 3 de diciembre de 2014].


Notas

1 En sentido amplio, se incluyen también los resultados del comportamiento del individuo (por ejemplo, un nido, si es un animal que construye nidos para la reproducción). Ver Dawkins, R. (2017 [1982]) El fenotipo extendido, Madrid: Capitán Swing; (2004) “Extended phenotype–but not too extended. A reply to Laland, Turner and Jablonka”, Biology and Philosophy, 19, pp. 377-396.

2 Dawkins, R. (2002 [1976]) El gen egoísta, Barcelona: Salvat. Smith, J. M. (1998 [1989]) Evolutionary genetics, 2nd ed., Oxford: Oxford University Press, p. 10. Mayr, E. (1997) “The objects of selection”, Proceedings of the National Academy of Sciences of the USA, 94, pp. 2091-2094 [referencia: 9 de enero de 2013]; (2001) What evolution is, New York: Basic Books.

3 Fisher, R. A. (1930) The genetical theory of natural selection, Oxford: Oxford University Press. Hamilton, W. D. (1964) “The genetical evolution of social behaviour. I”, Journal of Theoretical Biology, 7, pp. 1-16. Dawkins, R. (1982) “Replicators and vehicles”, en King’s College Sociobiology Group (eds.) Current problems in sociobiology, Cambridge: Cambridge University Press, pp. 45-64. Mayr, E. (1997) “The objects of selection”, Proceedings of the National Academy of Sciences of the USA, op. cit.

4 Ver Pianka, E. R. (1970) “On r- and K- selection”, American Naturalist, 104, pp. 592-597 [referencia: 29 de octubre de 2019]; Parry, G. D. (1981) “The Meanings of r- and K-selection”, Oecologia, 48, pp. 260-264; Roff, D. A. (1992) Evolution of life histories: Theory and analysis, Dordrecht: Springer. Ver también la bibliografía de Dinámica poblacional y sufrimiento animal.

5 MacArthur, R. H. & Wilson, E. O. (1967) The theory of island biogeography, Princeton: Princeton University Press. Stearns, S. C. (1992) The evolution of life histories, Oxford: Oxford University Press. Charnov, E. L. (1993) Life history invariants, Oxford: Oxford University Press.

6 Esto puede verse en Ng, Y.-K. (1995) “Towards welfare biology: Evolutionary economics of animal consciousness and suffering”, Biology and Philosophy, 10, pp. 255-285. Hay disponibles muchas más referencias en la sección sobre sintiencia animal. Ver también Damásio, A. R. (2001 [1999]) La sensación de lo que ocurre, Barcelona: Debate; Feinberg, T. E. & Mallatt, J. (2013) “The evolutionary and genetic origins of consciousness in the Cambrian Period over 500 million years ago”, Frontiers in Psychology, 4 [referencia: 12 de agosto de 2019]; Barron, A. B. & Klein, C. (2016) “What insects can tell us about the origins of consciousness”, Proceedings of the National Academy of Sciences, 113, pp. 4900-4908 [referencia: 2 de abril de 2019]; Godfrey-Smith, P. (2017 [2016]) Otras mentes: el pulpo, el mar y los orígenes profundos de la consciencia, Barcelona: Taurus.

7 El último es parte de la aptitud inclusiva, mientras que la aptitud personal se refiere solo al grado en el que un individuo transmite sus genes a la descendencia tras reproducirse. Ver Hamilton, W. (1964) “The genetical evolution of social behaviour. I”, op. cit. Para un caso contemporáneo, ver Grafen, A. (2006) “Optimization of inclusive fitness”, Journal of Theoretical Biology, 238, pp. 541-563.

8 Por lo tanto, el sufrimiento y la muerte ocurren fuera de la competición a nivel intraespecie e interespecie. Ver, por ejemplo, Cannon, G. B. (1966) “Intraspecies competition, viability, and longevity in experimental populations”, Evolution, 20, pp. 117-131; Connell, J. H. (1983) “On the prevalence and relative importance of interspecific competition: Evidence from field experiments”, The American Naturalist, 122, pp. 661-696 [referencia: 23 de septiembre de 2019]; Chesson, P. L. (1985) “Coexistence of competitors in spatially and temporally varying environments: A look at the combined effects of different sorts of variability”, Theoretical Population Biology, 28, pp. 263-287.