Curso sobre el sufrimiento de los animales salvajes – Tema 7

Curso sobre el sufrimiento de los animales salvajes – Tema 7

En este capítulo podrás aprender cómo las diferentes estrategias reproductivas que tienen los animales afectan a su bienestar. Lamentablemente, la estrategia reproductiva más común, la que consiste en tener un gran número de crías dedicándoles menos cuidados, es la que implica mayor cantidad de sufrimiento. La inmensa mayoría de los animales que se reproducen de esta manera mueren dolorosamente, de formas muy diversas, antes de llegar a la edad adulta. Muchas veces sin haber experimentado ninguna experiencia positiva en sus vidas.

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Estrategias reproductivas y sufrimiento de los animales

En los capítulos anteriores hemos visto diferentes razones por las que los animales sufren en el mundo salvaje, como los desastres naturales, las condiciones climáticas, las enfermedades o la falta de recursos necesarios para la supervivencia, entre otras circunstancias que causan daños físicos y estrés a los animales. Todos estos factores dan lugar a que muchos animales tengan vidas llenas de sufrimiento y mueran muy jóvenes. En este capítulo vamos a examinar cuál es la magnitud que pueden tener estos daños, comparando la cantidad de animales que mueren, de promedio, en relación a los que sobreviven en diferentes etapas de la vida. Como hemos visto, los distintos factores que hacen que los animales mueran también hacen que sufran en el proceso de su muerte. Esto puede parecer obvio, pero es una cuestión muy importante que a veces no se tiene en cuenta. Morir por enfermedad, hambre, sed o frío, por ejemplo, es muy doloroso. Si un animal nace y muere de hambre sin llegar a comer jamás, puede que la experiencia principal que ese animal tenga en su corta vida sea precisamente esa, la de morir de hambre. Por esta razón, si sabemos cuál es la proporción de animales que suele morir en las diferentes etapas de la vida de una determinada especie podremos hacernos una idea de hasta qué punto el sufrimiento predomina en una población o una especie. También puede permitirnos realizar una estimación a muy grandes rasgos de la posible proporción de animales que tienen vidas muy malas en comparación con los que tienen vidas relativamente buenas. Este cálculo será muy impreciso, pero nos dará la mejor estimación aproximada que es posible hacer a día de hoy, pues no disponemos de los conocimientos o los medios de obtener un conocimiento más exacto de esta cuestión.

Para realizar dicho cálculo, partimos de considerar que en cada población o especie tiende a haber, de media, un cierto porcentaje de individuos que muere al poco de nacer. Los demás superan esta etapa, y van muriendo en distintos periodos de su vida. Esto, o sea, la proporción de animales de una especie que, de media, muere a diferentes edades es lo que se conoce como mortalidad específica por edad. Pues bien, una mayor mortalidad a una cierta edad implica que, en conjunto, los factores que hacen que esos animales sufran y mueran les afectan en un determinado grado a esas edades. Si esas edades son muy tempranas, eso quiere decir que tienen vidas cortas y con mucho sufrimiento. Por lo tanto, calculando el número de animales que mueren muy jóvenes, podremos estimar la proporción de animales de esa especie que probablemente tengan vidas con mucho sufrimiento en comparación con los que tienen vidas más largas, en las que puede haber mayores cantidades de disfrute. Por este motivo, para entender el porqué de la proporción de sufrimiento presente en la naturaleza, podemos comenzar considerando algunas de las razones por las que muchos animales mueren en mayor número en comparación con los que sobreviven. Los ecosistemas y la historia natural no se han ido formando como lo han hecho para promover los intereses de los individuos sintientes. Por el contrario, son el resultado de procesos de selección natural en los que se maximiza lo que se conoce como la eficacia biológica. La eficacia biológica consiste en la capacidad de los individuos de dejar descendientes en las generaciones posteriores, sobre todo descendiente suyos, pero también de otros animales con los que se encuentran relacionados y cuyos genes son muy similares. La selección natural hace que los animales tengan características distintas en función de cómo estas fomentan su eficacia biológica.

Entre estas características, algunas dan forma a lo que se conoce como la historia de vida de los animales. Una historia de vida es la suma de los patrones y eventos relacionados con la reproducción y la supervivencia que ocurren en ciertos momentos de la vida de los animales. Estos incluyen, entre otros factores, la edad a la que se reproducen por primera vez, el número de crías que tienen cada vez que se reproducen, el nivel de desarrollo de sus crías al nacer, cuánta energía invierten los animales en el cuidado de su prole, cuántas veces se reproducen durante su vida o cuándo mueren. Así, un rasgo sería, por ejemplo, tener pocas crías cada vez; otro, tener crías muy desarrolladas; otro, dar mucho cuidado a sus crías, etc.

Cada uno de estos rasgos da a los organismos y las poblaciones ciertas ventajas y también ciertas desventajas. Si un animal tiene muchos descendientes, no será posible que invierta mucho en la supervivencia de estos. Y viceversa, si ese animal invierte gran cantidad de energía en la supervivencia de sus descendientes (de forma que, por ejemplo, estos se encuentren más desarrollados o reciban más cuidado parental), no podrá tener muchos descendientes. En este último caso, los animales pueden dar a luz incluso a un solo descendiente cada vez que se reproducen. Como resultado, tendrán tasas relativamente bajas de mortalidad.1

Sin embargo, en el caso de un gran número de animales, lo que maximiza el número de crías que sobreviven no es la maximización de la capacidad de cada una de estas de sobrevivir, sino la maximización del número de crías que vienen al mundo. Cuando es así, las características que podrían proporcionar una cierta ventaja en la supervivencia de las crías (como las que mencionamos del cuidado parental, por ejemplo) no son seleccionadas en la historia natural. El motivo es que tales características requieren una inversión de energía que hace que sea imposible tener un mayor número de descendientes. Así, la posesión de dichas características reduciría el número de animales que podrían alcanzar la edad adulta en una determinada población. Como resultado, la estrategia reproductiva presente en el caso de muchos animales supone que estos tengan altas tasas de mortalidad infantil, y que tiendan a vivir muy poco tiempo.

A lo largo de la evolución, los animales terminan teniendo algunos rasgos en lugar de otros, y los rasgos con los que terminan conforman sus historias de vida. Algunos animales tienen una estrategia reproductiva consistente en tener pocas crías y dar a estas muchos cuidados. Ello sucede, por ejemplo, en el caso de mamíferos como los grandes simios, los mamíferos marinos (como ballenas, delfines, focas y marsopas), los osos, los elefantes y otros herbívoros. Y también en el de algunas aves como los albatros. Sin embargo, hay muy pocas especies de animales que se reproduzcan así. La inmensa mayoría sigue la estrategia consistente en reproducirse en gran número y con altas tasas de mortalidad infantil.

Hay que tener en cuenta lo siguiente. De media, en una población estable (en la que el número de miembros permanezca similar a lo largo de diferentes generaciones), por cada madre o padre sobrevive hasta la madurez y se reproduce una sola cría. La mayoría de los demás animales morirán, a menudo poco después de comenzar a existir. Como hemos visto, la mayor parte de los animales sigue esta estrategia reproductiva. Esto incluye a la mayoría de las especies de invertebrados y peces, así como a los anfibios y a los reptiles. Por ejemplo, los sapos marinos comunes pueden poner más de 25.000 huevos por nidada.2 Los salmones del Atlántico pueden poner cerca de 20.000 huevos, mientras que otras especies comunes de salmón, bacalao y atún se reproducen por millones. Un pez luna puede poner hasta 300 millones de huevos. Entre los crustáceos, los cangrejos de río pueden depositar cientos de huevos, y entre los moluscos, los pulpos pueden tener cientos de miles de descendientes. Los invertebrados terrestres, incluidos muchos artrópodos, pueden poner cientos, miles y, en algunos casos, millones de huevos a la vez. Otros animales pueden tener estrategias reproductivas mixtas que también implican tener un gran número de crías.3 Los roedores, por ejemplo, pueden tener más de cien crías a lo largo de su vida.

Consecuencias para el sufrimiento animal

El predominio en la naturaleza de las estrategias reproductivas que causan la muerte de un gran número de crías muy jóvenes tiene consecuencias muy graves para el sufrimiento de los animales. Aunque algunos animales pueden experimentar poco dolor al morir, debido a que lo hacen de forma muy rápida o a que todavía no son sintientes, muchos otros sufren enormemente por una muerte prolongada. El hecho de que tantos animales comiencen sus vidas cuando sus organismos todavía son pequeños y escasamente desarrollados no significa que no sean sintientes. Por ejemplo, se ha demostrado que los peces cebra adultos responden a estímulos dañinos de una manera que viene a indicar que son sintientes, y el hecho es que los peces cebra en estado larval responden de manera similar a como lo hacen los adultos. También se puede considerar que la muerte de todos estos animales es algo muy negativo simplemente porque la muerte prematura es un daño para los animales no humanos, así como lo es para los seres humanos. Además, es posible que estos animales no hayan tenido ningún disfrute mínimamente notable en sus vidas antes de la terrible experiencia de morir. Esto nos da razones de peso para pensar que sus vidas, que son tan cortas, probablemente contengan mucho más sufrimiento que placer.4

Ante esto podemos preguntarnos qué pasa con los animales de especies con altas tasas de supervivencia infantil. Muchos de estos animales, aunque no mueran poco después de nacer, tampoco viven mucho tiempo y no llegan a alcanzar la madurez. Incluso si una madre da a luz a una sola cría por temporada reproductiva, puede tener varias crías en el transcurso de su vida. Podemos ver esto en el caso de los humanos, que biológicamente tienen el potencial de tener más de 10 hijos o hijas durante sus vidas.

Recordemos que, si una población permanece estable, solo sobrevive una cría por cada madre o padre. Por ello, incluso para los animales con altas tasas de supervivencia, es común que la mayoría de las crías mueran en su juventud. Aun así, estos animales son a menudo capaces de vivir bastante más tiempo que los demás. Por ello, podemos concluir que sus vidas tienden a ser, de media, mucho menos duras que las de la mayoría de los animales.

En cuanto a los pocos animales que llegan a la edad adulta, no podemos dar por supuesto automáticamente que sean felices. Estos animales constituyen una minoría cuyas vidas son lo suficientemente largas como para poder incluir cantidades relativamente grandes de experiencias positivas. Sin embargo, muchos de ellos suelen tener vidas en las que padecen un sufrimiento prolongado, por los factores que ya conocemos, como las enfermedades, la desnutrición y la sed, las condiciones climáticas, el parasitismo y la depredación, las lesiones y el estrés psicológico. Así, incluso cuando los animales sobreviven más allá de su infancia, sus vidas todavía pueden consistir en más sufrimiento que disfrute.

Igualmente, incluso cuando hay animales adultos que tienen una buena vida, estos son la minoría entre todos los que han sufrido por las diversas causas que hemos visto: el número de animales que no sobreviven es muchísimo mayor, y estos pueden tener más dolor que placer en su vida.

En definitiva, lo que hemos visto en este capítulo no implica que el sufrimiento prevalezca necesariamente para todos los animales, ni para todas las poblaciones o todas las especies de animales, pero sí que lo hace para la mayoría de ellos. También hemos visto que hay un modo en el que podemos tener una idea muy aproximada de la proporción de sufrimiento en comparación con el bienestar en las distintas especies de animales. Consiste en examinar la dinámica de la población de tales especies, y su mortalidad a distintas edades. Este método también puede ayudarnos a comparar su sufrimiento con el sufrimiento que padecen otros animales con diferentes tasas de mortalidad a distintas edades. Esto no es algo que suceda por casualidad, sino que es el resultado de cómo funciona la selección natural. En pocas palabras, la explicación de lo que acabamos de ver se puede resumir de la siguiente manera.

La sintiencia es una capacidad que, una vez aparecida en la historia natural, ha continuado estando presente en los animales debido a que, en muchas situaciones, aumenta la eficacia biológica de los animales que la poseen. Que un animal sea sintiente implica que sentirá placer cuando se satisfagan algunas de sus necesidades, pero que sufrirá cuando le afecten las circunstancias que amenacen con matarlo, como la falta de alimentos, los daños físicos, o la temperatura inadecuada. Además, la selección natural lleva a que los animales tengan ciertos rasgos de la historia de vida que favorecen unas estrategias reproductivas en particular, en lugar de otras. Y, como hemos visto, los rasgos más frecuentes implican que en la mayoría de los casos solo una minoría de los seres sintientes puede sobrevivir a la infancia y satisfacer sus necesidades. Vienen al mundo muchos más animales de los que pueden sobrevivir. Así, la mayoría muere debido a circunstancias que pueden causar un gran sufrimiento. Debido a esto, es probable que el sufrimiento prevalezca sobre el disfrute en el caso de la mayoría de los animales.

Esto muestra por qué nuestros esfuerzos para ayudarlos cuando resulta factible hacerlo pueden ser tan importantes. No podemos ayudar a todos los animales que lo necesitan. Sin embargo, hay muchos casos en los que es posible ayudar a algunos, o incluso a muchos de ellos.


Notas

1 Mechanisms of life history evolution: The genetics and physiology of life history traits and trade-offs, Oxford: Oxford University Press; Sæther, B. E.; Coulson, T.; Grøtan, V.; Engen, S.; Altwegg, R.; Armitage, K. B.; Barbraud, C.; Becker, P. H.; Blumstein, D. T.; Dobson, F. S. y Festa-Bianchet, M. (2013) “How life history influences population dynamics in fluctuating environments”, The American Naturalist, 182, pp. 743-759.

2 Rastogi, R. K.; Izzo-Vitiello, I.; Meglio, M.; Matteo, L.; Franzese, R.; Costanzo, M. G.; Minucci, S.; Iela, L. y Chieffi, G. (1983) “Ovarian activity and reproduction in the frog, Rana esculenta”, Journal of Zoology, 200, pp. 233-247.

3 Vandermeer, J. H. y Goldberg, D. E. (2013 [2003]) Population ecology: First principles, 2nd ed., Princeton: Princeton University Press; Rockwood, L. L. (2015 [2006]) Introduction to population ecology, Hoboken: Wiley-Blackwell; Leopold, B. D. (2018) Theory of wildlife population ecology, Long Grove: Waveland.

4 Ng, Y.-K. (1995) “Towards welfare biology: Evolutionary economics of animal consciousness and suffering”, Biology and Philosophy, 10, pp. 255-285; Tomasik, B. (2010 [2009]) “La importancia del sufrimiento de los animales salvajes”, Essays on Reducing Suffering, http://reducing-suffering.org/wp-content/uploads/2014/10/suffering-nature-Spanish.pdf [consultado el 3 de enero de 2020]; (2015a) “Estimating aggregate wild-animal suffering from reproductive age and births per female“, Essays on Reducing Suffering, http://reducing-suffering.org/estimating-aggregate-wild-animal-suffering-from-reproductive-age-and-births-per-female/#_blank [consultado el 12 de octubre de 2019]; Faria, C. y Paez, E. (2015) “Animals in need: The problem of wild animal suffering and intervention in nature”, Relations: Beyond Anthropocentrism, 3, pp. 7-13, https://www.ledonline.it/index.php/Relations/article/download/816/660 [consultado el 30 de diciembre de 2019]; Faria, C. (2018) “The lions and the zebras: Towards a new ethics of environmental management in African National Parks” en Ebert, R. & Roba, A. (eds.) Africa and her animals: Philosophical and practical perspectives, Pretoria: UNISA Press, pp. 325-342; Horta, O. (2017b) Un paso adelante en defensa de los animales, Madrid: Plaza y Valdés; Vinding, M. (2016) “The speciesism of leaving nature alone, and the theoretical case for wildlife anti-natalism”, Apeiron, 8, pp. 169-183; Alonso, W. J. y Schuck-Paim, C. (2017) “Life-fates: Meaningful categories to estimate animal suffering in the wild”, Animal Ethics, https://www.animal-ethics.org/life-fates-essay-prize-2017 [consultado el 29 de diciembre de 2019]; Hecht, L. B. B. (2019) “Accounting for demography in the assessment of wild animal welfare”, bioRxiv, 819565.