¿A qué se llama “sufrimiento de los animales salvajes”?

¿A qué se llama “sufrimiento de los animales salvajes”?

9 Nov 2019

Cuando utilizamos el término “sufrimiento”, estamos indicando una preocupación por la situación de los animales que tiene que ver con los daños que afectan a aquello que es positivo o negativo para los animales, esto es, con lo que se conoce como su bienestar.1 Por lo tanto, es diferente de un interés en su conservación.

Es decir, cuando se habla de sufrimiento de los animales salvajes lo que está en cuestión no es cómo pueden verse afectados los ecosistemas, las especies o las poblaciones, puesto que las especies y los ecosistemas no son en sí individuos que puedan sufrir. Por el contrario, de lo que se está hablando es de cómo el bienestar de los animales individuales puede verse afectado de manera negativa. Además, los animales pueden ser dañados de otra manera: con la muerte. Teniendo en cuenta esto, aunque, hablando en rigor, la expresión “sufrimiento de los animales salvajes” se refiere exclusivamente al sufrimiento, puede usarse también en un sentido amplio, que incluye no solo este, sino también el daño producido por la muerte.

Hay diferentes factores que pueden afectar de manera negativa a los animales que viven fuera del control humano. Por simplificar, es posible agrupar los daños que estos pueden padecer en tres tipos principales:

Los daños antropogénicos directos son aquellos producidos por seres humanos, como resultado directo de acciones específicas, ya sean estas intencionadas o no intencionadas.

Algunos ejemplos de daños directos intencionados, provocados por seres humanos, son la pesca y la caza. Otro ejemplo es la erradicación intencionada de ciertos animales. Esta puede realizarse por motivos económicos, como en el caso de la matanza de animales por el impacto negativo de estos en la agricultura. Se pueden realizar también por motivos conservacionistas, como cuando se mata a los animales por su impacto negativo en la conservación de ciertas especies. Por otro lado, algunos ejemplos de daños directos no intencionados son aquellos que se producen cuando los animales son heridos o matados por máquinas cosechadoras, o cuando son atropellados por vehículos.

A su vez, los daños antropogénicos indirectos son los producidos por seres humanos que no son el resultado directo de acciones concretas.

Estos daños pueden ser muy diferentes entre sí. Aquí podríamos incluir, por ejemplo, los provocados por redes de pesca a la deriva. Pero también los que sufren los animales debido a la meteorología (por la temperatura, lluvia, nieve, calor, etc.) derivados de cambios en el clima causados por la acción humana.

Por último, los daños naturales son aquellos que ocurren sin participación humana. Algunos ejemplos son los daños derivados de la falta de alimento, las condiciones atmosféricas, los accidentes, los desastres naturales y los conflictos entre animales.

La expresión “sufrimiento de los animales salvajes” se usa a menudo para abarcar todos los daños sufridos por los animales salvajes. Esto incluye los que son antropogénicos y los que son naturales. Es importante tener en cuenta que quienes defienden a los animales a menudo se han centrado principalmente en los daños antropogénicos, especialmente los directos, tanto cuando son sufridos por los animales que han sido domesticados como cuando los padecen animales salvajes. Los daños que son total o parcialmente naturales han sido bastante menos considerados. Como resultado de esto, la expresión “sufrimiento de animales salvajes” ha pasado a ser usado de otra forma más específica, para nombrar todos los daños sufridos por los animales que viven fuera del control humano directo que tienen algún tipo de componente natural. Conforme a este significado más específico, la expresión “sufrimiento de los animales salvajes” incluiría también los daños resultantes de intervenciones antropogénicas indirectas, que tienen lugar de manera más difusa. Un ejemplo sería la muerte de animales por causas naturales en un nuevo ecosistema creado por seres humanos, como un bosque que haya sido plantado. Las razones para preocuparse por los daños naturales que sufren los animales no son, en última instancia, diferentes de las que hay para defender a los animales dañados por la acción humana: queremos que los animales tengan vidas lo mejor posible, libres de sufrimiento y muerte prematura. Debido a esto, en términos prácticos, la elección de un significado u otro para la expresión “sufrimiento de los animales salvajes” puede no ser muy importante. El quid radica en que todos los perjuicios que sufren los animales son importantes, no solo los daños antropogénicos directos, sino también los antropogénicos indirectos y los naturales.

No existen límites claramente definidos entre estos tres tipos de daños. Por ejemplo, es habitual que no haya una frontera clara entre daños antropogénicos directos e indirectos. Podríamos decir que, si bien el envenenamiento de invertebrados con insecticidas sería un daño antropogénico directo, el envenenamiento con pesticidas usados para acabar con las malas hierbas sería un daño antropogénico indirecto. Pero en ambos casos el resultado sería similar.

Además, pueden darse combinaciones de los tres tipos de daños, en especial de los indirectos y los naturales. Los animales pueden sufrir daños que son en parte naturales, y en parte indirectamente antropogénicos. Por ejemplo, supongamos que se introduce de manera indirecta una nueva enfermedad en un bosque a través de la acción humana, y que algunos animales mueren a causa de la misma. Si los animales que viven en ese lugar contrajeran la enfermedad introducida por seres humanos, el daño sería indirectamente antropogénico. Pero también sería en parte natural, puesto que la enfermedad se extendería en la población mediante patrones naturales.

Los daños de este tipo combinado pueden ser muy habituales porque los seres humanos han modificado la mayoría de ecosistemas que existen en la tierra. De hecho, debido a los cambios producidos por los seres humanos en el clima, es probable que no exista un solo ecosistema que no haya sido alterado por actividades humanas, con la posible excepción de algunos en el océano profundo y otras zonas remotas. Además, se estima que más de un tercio de la superficie terrestre se usa para cultivo. Y, si bien en torno a la cuarta parte de la tierra consiste en bosques, muchos de ellos han sido plantados de manera total o parcial por seres humanos, especialmente en zonas templadas. Suponen una minoría los bosques primitivos, que se han desarrollado con una intervención muy escasa por parte de los seres humanos, y que no han sido plantados por estos.2 Aún así, incluso estos ecosistemas primitivos han cambiado debido a actividades humanas que afectan al clima. Esto supone que, en la actualidad, no exista una distinción clara entre los daños a los animales que son estrictamente naturales, y los que son en parte naturales y en parte antropogénicos.

En sentido estricto, este es también el motivo por el cual hasta cierto punto podría considerarse que los animales salvajes que viven en esas zonas se encuentran bajo control humano, porque las actividades humanas pueden modificar los lugares y las condiciones en que viven. Para poder distinguir aquí a los animales a los que nos referimos, necesitamos señalar que son los que no viven bajo control directo humano.

 

El sufrimiento de los animales salvajes no es solamente el de los animales que viven en la naturaleza virgen

Algo que es importante aclarar sobre la expresión “sufrimiento de los animales salvajes” es el significado de “animales salvajes”.

Podríamos pensar que los animales salvajes son los que viven de manera habitual en el mundo salvaje. Pero esto es incorrecto. Los mismos animales que viven en el mundo salvaje pueden encontrarse también en otros lugares. Además, el término “salvaje” puede resultar confuso. En sentido estricto, alude a las zonas o los ecosistemas que no los seres humanos no han afectado, o que solo lo han sido de forma menor. En ocasiones se refiere a todas las zonas que no tienen una presencia o una actividad humana importantes, incluyendo, por ejemplo, los bosques gestionados por seres humanos. Pero la expresión “sufrimiento de los animales salvajes” no incluye solamente a los animales que viven en esos lugares.

Muchos animales que suelen ser considerados “salvajes” viven fuera del control humano directo en zonas dedicadas a la agricultura o la ganadería. Pueden encontrarse también en zonas urbanas, suburbanas e industriales, lugares donde viven muchos tipos de vertebrados, como pequeños mamíferos, reptiles y aves, algunos vertebrados de mayor tamaño, y muchos invertebrados. Las aves, las ardillas, la mariposas y los lagartos son ejemplos de animales que viven en ambientes urbanos.3 A menudo son dañados de manera directa por acciones humanas. Pero también sufren debido a la manera en que los ecosistemas afectan a su vida. Debido a esto, pueden incluirse también dentro de la definición que estamos considerando aquí.

Hay algunos animales que no viven en cautividad ni bajo control humano, pero que no son clasificados por lo general como salvajes. Es el caso de los considerados “ferales”, como, por ejemplo, los perros asilvestrados. Sin embargo, la distinción entre animales “ferales” y “salvajes” no es importante en lo relativo al sufrimiento. Ambos son dañados de manera similar debido a las situaciones a las que se enfrentan. Por lo tanto, la expresión “sufrimiento de los animales salvajes” claramente puede incluir la preocupación por los animales ferales.

En definitiva, podemos ver que la expresión “animales salvajes” dentro de “sufrimiento de los animales salvajes” alude a todos los animales que viven fuera del control humano. “Animal salvaje” es sencillamente una simplificación lingüística. Pero es importante recordar que no solamente engloba a los animales que viven en zonas salvajes o semisalvajes, sino también a los animales ferales o asilvestrados, y a los que viven en medioambientes urbanos.

 

La pertenencia a una cierta especie no es lo relevante

Una manera habitual de usar la expresión “animales salvajes” es para referirse a los animales que no pertenecen a especies domesticadas (esto es, aquellas que han sido criadas de manera selectiva durante muchas generaciones por seres humanos, como los perros y las gallinas).

Sin embargo, hay animales que son salvajes en este sentido de “no domesticados”, pero que viven en cautividad. Por ejemplo, entre estos se encontrarían los visones recluidos en granjas de pieles, los elefantes usados como fuerza de trabajo, o las cebras en los zoos.

Estos animales experimentan de manera habitual un gran sufrimiento debido a su uso por seres humanos, y su situación debería preocupar a cualquiera a quien le importen los animales (durante mucho tiempo ha habido activistas que los han defendido). Sin embargo, todavía existe menor preocupación por los animales que no viven en cautividad, independientemente de su especie, y las necesidades de estos animales se tienen en cuenta con menor frecuencia. Nos referimos a estos animales cuando hablamos de «sufrimiento de los animales salvajes». Hay que tener en cuenta también que existen casos límite con respecto a esta definición, como puede ser el de los animales utilizados para beneficio humano que pasan la mayor parte del tiempo en el exterior. Esto ocurre, por ejemplo, con las cabras y ovejas que están la mayor parte de su vida en las montañas.

 

Problemas con las expresiones “vida salvaje” y “vida silvestre”

Otras expresiones que se emplean a menudo son “vida salvaje” y “vida silvestre”. Estas resultan problemáticas a la hora de referirse a los animales salvajes, por dos motivos. El primero es que se suelen usar para aludir a todo tipo de organismos vivos, sin diferenciar a los animales de otros organismos que no son sintientes. El segundo motivo es que, incluso cuando se refiere de manera específica a los animales salvajes, la expresión “vida salvaje” vendría a nombrar a una masa o colectivo, no reconociendo a los animales como individuos.

Para concluir, pues, el término “salvaje”, tal y como se usa en la expresión “sufrimiento de los animales salvajes” no se refiere a los animales como si no fuesen más que elementos del mundo salvaje, a diferencia de lo que ocurre con “vida salvaje”. Tampoco es una palabra que se emplee para distinguir a los animales en función de su especie. Ni tiene nada que ver con la idea de que los animales tengan una personalidad o naturaleza feroz. Sencillamente describe una circunstancia que poseen los animales en relación con los seres humanos, esto es, que no se encuentran bajo su control.

 

Otras expresiones relacionadas con el sufrimiento de los animales salvajes

Quienes se preocupan por la situación de estos animales usan en ocasiones otras expresiones. Una de ellas, utilizada para referirse a los esfuerzos para darles ayuda es “ayudar a los animales en la naturaleza”. A su vez la expresión “bienestar de los animales salvajes”4 se emplea para describir su situación desde el punto de vista de su bienestar. Sin embargo, hay que tener en cuenta que “bienestar de los animales salvajes” se ha usado de diferentes formas:5

Por un lado, para referirse a la situación de los animales no domesticados con respecto a su bienestar.

Por otro lado, para referirse a la regulación de cómo los animales no domesticados son mantenidos en cautividad.

Por último, se ha utilizado también para designar la ciencia que evalúa el bienestar de los animales no domesticados.

Debido a esto, hay un riesgo de confusión, entre otros motivos, porque esta expresión se suele usar para aludir a los animales no domesticados que viven en cautividad.

Por último, la expresión “biología del bienestar” se usa para un campo de estudio propuesto que examinaría el bienestar de todos los animales, en especial de aquellos que viven fuera del control humano.6 Estudiaría de manera principal el sufrimiento de los animales salvajes, aunque no necesariamente en exclusiva. De una manera más técnica, puede definirse como el estudio de los seres vivos sintientes con respecto a su bienestar positivo o negativo.

La biología del bienestar sería un campo transversal que incluye la ciencia del bienestar de los animales salvajes, así como las contribuciones realizadas desde la ecología y otros campos de las ciencias naturales. La ciencia del bienestar de los animales salvajes evaluaría el bienestar de estos teniendo en cuenta su comportamiento, fisiología y otros indicadores. Otros campos, como la ecología, examinarían los factores externos que los afectan. La biología del bienestar tiene el potencial de contribuir a la adopción de medidas que ayuden a los animales salvajes, y que prevengan los daños que estos sufren.


Notas

1 Horta, O. (2010) “Debunking the idyllic view of natural processes: Population dynamics and suffering in the wild”, Télos, 17, pp. 73-88 [referencia: 17 de octubre de 2019]; (2017) “Animal suffering in nature: The case for intervention”, Environmental Ethics, 39, pp. 261-279. Tomasik, B. (2015 [2009]) “The importance of wild animal suffering”, Relations: Beyond Anthropocentrism, 3, pp. 133-152 [referencia: 2 de octubre de 2019]. Dorado, D. (2015) “Ethical interventions in the wild: An annotated bibliography”, Relations: Beyond Anthropocentrism, 3, pp. 219-238 [referencia: 15 de octubre de 2019]. Faria, C. (2016) Animal ethics goes wild: The problem of wild animal suffering and intervention in nature, tesis doctoral, Barcelona: Universitat Pompeu Fabra. Soryl, A. A. (2019) Establishing the moral significance of wild animal welfare and considering practical methods of intervention, tesis de máster, Amsterdam: University of Amsterdam. Ver también Ética Animal (2020) “Publicaciones sobre el sufrimiento de los animales en el mundo salvaje”, animal-ethics.org, 21 Mar [referencia: 30 de abril de 2020].

2 Potapov P.; Laestadius L.; Yaroshenko A. & Turubanova S. (2009) “Global mapping and monitoring the extent of forest alteration: The Intact Forest Landscapes method”, Forest Resources Assessment [referencia: 17 de octubre de 2019]. Potapov, P.; Hansen, M. C.; Laestadius, L.; Turubanova, S.; Yaroshenko, A.; Thies, C.; Smith, W.; Zhuravleva, I.; Komarova, A.; Minnemeyer, S. & Esipova, E. (2017) “The last frontiers of wilderness: Tracking loss of intact forest landscapes from 2000 to 2013”, Science Advances, 3 (1) [referencia: 11 de octubre de 2019].

3 Hadidian, J. & Smith, S. (2001) “Urban wildlife”, en Salem, D. J. & Rowan, A. N. (eds.) The state of the animals 2001, Washington, D. C.: Humane Society Press, pp. 165-182. Michelfelder, D. P. (2018) “Urban wildlife ethics: Beyond ‘parallel planes’”, Environmental Ethics, 40, pp. 101-117.

4 Ver, por ejemplo, Kirkwood, J. K.; Sainsbury, A. W. & Bennett, P. M. (1994) “The welfare of free-living wild animals: Methods of assessment”, Animal Welfare, 3, pp. 257-273; Harrop, S. R. (1997) “The dynamics of wild animal welfare law”, Journal of Environmental Law, 9, pp. 287-302 [accessed on 17 October 2019]; Kirkwood, J. K. (2013) “Wild animal welfare”, Animal Welfare, 22, pp. 147-148; JWD Wildlife Welfare Supplement Editorial Board (2016) “Advances in animal welfare for free-living animals”, Journal of Wildlife Diseases, 52, pp. S4-S13.

5 Ver Haynes, R. P. (2008) Animal welfare: Competing conceptions and their ethical implications, Dordrecht: Springer. En ocasiones la expresión “bienestar animal” se usa entre quienes defienden a los animales para referirse a la posición según la cual es aceptable causar ciertos daños a los animales siempre que dichos daños no sean excesivos. Por lo tanto, algunas formas de usar a los animales que pueden resultarles dañinas son aceptables si se reducen los daños que se consideran necesarios. Este significado es totalmente diferente de todos los demás que hemos visto aquí.

6 Ver Ng, Y.-K. (1995) “Towards welfare biology: Evolutionary economics of animal consciousness and suffering”, Biology and Philosophy, 10, pp. 255-285; Carpendale, M. (2015) “Welfare biology as an extension of biology: Interview with Yew-Kwang Ng”, Relations: Beyond Anthropocentrism, 3, pp. 197-202 [referencia: 17 de octubre de 2019]; Faria, C. & Horta, O. (2019) “Welfare biology”, en Fischer, B. (ed.) Routledge handbook of animal ethics, London: Routledge.