Curso sobre el sufrimiento de los animales salvajes – Tema 1

Curso sobre el sufrimiento de los animales salvajes – Tema 1

Con la expresión «sufrimiento de los animales salvajes» nos referimos a los daños que sufren los animales que viven en la naturaleza. A menudo se confunde con las formas en que pueden verse afectadas las especies, las poblaciones o los ecosistemas. Sin embargo, estas entidades no son individuos que pueden sentir y sufrir. En este vídeo analizaremos el significado de «sufrimiento de los animales salvajes» y otros términos relacionados.

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¿A qué se llama «sufrimiento de los animales salvajes»?

El término “sufrimiento de los animales salvajes” se emplea para nombrar, de forma general, los distintos daños que padecen los animales que viven fuera del control humano. Cuando hablamos de animales bajo “control humano directo” nos referimos a animales como los que viven en cautiverio, así como a los animales domesticados cuyas vidas y actividades están directamente determinadas por los seres humanos.

Al hablar de “sufrimiento de los animales salvajes” nos referimos, pues, a aquello que afecta negativamente a los animales incluidos en este término desde el punto de vista de su bienestar o malestar. Por lo tanto, trata acerca de algo muy diferente de la conservación ambiental. Cuando se habla del sufrimiento de los animales salvajes lo que está en cuestión no es cómo pueden verse afectadas las especies, las poblaciones o los ecosistemas, dado que las especies y los ecosistemas no son en sí individuos que puedan sufrir. Por el contrario, de lo que se está hablando es de cómo los animales individuales, en tanto que seres que pueden sentir y sufrir, pueden verse afectados de manera negativa. Esto puede pasar tanto si padecen sufrimiento como si mueren. En otras palabras, aunque hablando en rigor la expresión “sufrimiento de los animales salvajes” se refiere exclusivamente al sufrimiento, puede usarse también en un sentido amplio, que incluye no solo el sufrimiento, sino también el daño producido por la muerte.

Hay diferentes factores que pueden afectar de manera negativa a los animales salvajes. Por simplificar, es posible agrupar los daños que estos pueden padecer en tres tipos principales:

Los daños antropogénicos directos son aquellos producidos por seres humanos, como resultado directo de acciones específicas, ya sean estas intencionadas o no intencionadas.

Algunos ejemplos de daños directos intencionados provocados por seres humanos, son la pesca y la caza. Otro ejemplo es la matanza intencionada de ciertos animales. Esto puede realizarse por motivos económicos, como en el caso de la matanza de animales por el impacto negativo de estos en la agricultura. O se puede realizar también por motivos conservacionistas, cuando se mata a animales de ciertas especies por su impacto negativo en la conservación de otras especies. Por ejemplo, en Europa se han llevado a cabo matanzas de patos rufos, también llamados malvasías canela, con el objetivo de preservar las malvasías cabeciblanca autóctonas, para que no se hibriden. A su vez, algunos ejemplos de daños directos no intencionados son los que se producen cuando los animales son heridos o matados por máquinas cosechadoras, o cuando son atropellados por vehículos.

Por otro lado, los daños antropogénicos indirectos son los producidos por seres humanos que no son el resultado directo de acciones concretas. Existen muchos daños de este tipo. Aquí podríamos incluir, por ejemplo, los provocados por redes de pesca a la deriva. Y también se pueden incluir los daños que sufren los animales debido a cambios en el clima causados por la acción humana, como pueden ser la temperatura, la lluvia, nieve, etc.

Por último, los daños naturales son aquellos que ocurren sin participación humana. Algunos ejemplos son los daños derivados de la falta de alimento, las condiciones atmosféricas, los accidentes, los desastres naturales y los conflictos entre animales.

Existen dos formas diferentes en las que se suele utilizar la expresión “sufrimiento de los animales salvajes”. Con una de ellas nos referimos a todos los tipos de daños sufridos por los animales salvajes, incluyendo los antropogénicos y los naturales. Sin embargo, es muy habitual que al defender a los animales salvajes se preste atención principalmente a los daños antropogénicos, especialmente los directos. Los daños que son total o parcialmente naturales han sido bastante menos considerados. Como resultado de esto, el término “sufrimiento de los animales salvajes” también ha sido utilizado de otra forma más específica, para nombrar los daños que actualmente están siendo excluidos, que son todos aquellos sufridos por los animales que viven fuera del control humano directo que tienen algún componente natural. Conforme a este significado más específico, el término “sufrimiento de los animales salvajes” incluiría también los daños resultantes de intervenciones antropogénicas indirectas, que tienen lugar de manera más difusa. Un ejemplo de esto sería la muerte de animales por causas naturales en un nuevo ecosistema creado por seres humanos, como un bosque que haya sido plantado. Así pues, los dos significados para este término son los siguientes:

Sufrimiento de los animales salvajes (1): los daños sufridos por los animales que viven fuera del control humano directo, y que son parcial o totalmente naturales.

Sufrimiento de los animales salvajes (2): los daños sufridos por los animales que viven fuera del control humano directo, y que se deben a cualquier causa.

Las razones para preocuparse por los daños naturales que sufren los animales no son, en última instancia, diferentes de las que hay para defender a los animales dañados por la acción humana: queremos que los animales tengan vidas lo mejor posibles, libres de sufrimiento y muerte prematura. Debido a esto, en términos prácticos, la elección de un significado u otro para el término “sufrimiento de los animales salvajes” puede no ser muy importante. El quid radica en que todos los perjuicios que sufren los animales son importantes, no solo los daños antropogénicos directos, sino también los antropogénicos indirectos y los naturales.

No existen límites claramente definidos entre estos tres tipos de daños. Podríamos decir que, si bien el envenenamiento de invertebrados con insecticidas sería un daño antropogénico directo, el envenenamiento con pesticidas usados para acabar con las malas hierbas sería un daño antropogénico indirecto. Pero en ambos casos el resultado sería similar para los animales afectados. Además, pueden darse combinaciones de los tres tipos de daños, en especial de los indirectos y los naturales. Por ejemplo, supongamos que se introduce de manera indirecta una nueva enfermedad en un bosque a través de la acción humana, y que algunos animales mueren a causa de esta enfermedad. Dado que esta ha sido introducida por seres humanos, el daño sería indirectamente antropogénico. Pero también sería en parte natural, dado que la enfermedad se extendería en la población mediante un proceso natural.

Los daños de este tipo combinado pueden ser muy habituales porque los seres humanos han cambiado la mayoría de ecosistemas que existen en la tierra. De hecho, debido a los cambios provocados por los seres humanos en el clima, es probable que no exista un solo ecosistema que no haya sido alterado por actividades humanas, con la posible excepción de algunos en el océano profundo y otras zonas remotas. Además, se estima que más de un tercio de la superficie terrestre se usa para cultivo.1 Y, si bien en torno a la cuarta parte de la tierra consiste en bosques, muchos de ellos han sido plantados de manera total o parcial por seres humanos, especialmente en zonas templadas. Los bosques primitivos, es decir, los que se han desarrollado con una intervención muy escasa por parte de los seres humanos, suponen por lo tanto una minoría del territorio (un porcentaje muy pequeño de este en Europa, por ejemplo).2 Pero aun así, incluso estos ecosistemas primitivos han cambiado debido a actividades humanas que afectan al clima. Por lo tanto, podemos decir que, en la actualidad, no existe una distinción clara entre los daños a los animales que son estrictamente naturales, y los que son en parte naturales y en parte antropogénicos.

Por este motivo, podría considerarse también que, hasta cierto punto, los animales salvajes que viven en esas zonas se encuentran bajo un cierto control humano, porque las actividades humanas pueden modificar los lugares y las condiciones en las que viven. Los animales de los que nos ocupamos específicamente aquí viven fuera del control humano directo.

Los animales salvajes también viven fuera del mundo salvaje

Algo que también es importante aclarar es el significado del concepto “animales salvajes”. Es incorrecto pensar que los animales salvajes son solo los que viven de manera habitual en el mundo salvaje, porque los mismos animales pueden a menudo encontrarse también en otros lugares. Además, el término “mundo salvaje” puede resultar confuso. En sentido estricto, alude a las zonas o los ecosistemas que no han sido afectados por seres humanos, o que solo lo han sido de forma menor. En ocasiones se refiere a todas las zonas que no tienen una presencia o una actividad humana importantes, incluyendo, por ejemplo, los bosques gestionados por seres humanos. Pero la expresión “sufrimiento de los animales salvajes” no incluye solamente a los animales que viven en esos lugares.

Muchos animales que suelen ser considerados “salvajes” viven fuera del control humano directo en zonas dedicadas a la agricultura o la ganadería, o también pueden encontrarse en zonas urbanas, suburbanas o industriales. En estos lugares se hallan muchos tipos de vertebrados, como pequeños mamíferos, reptiles y aves, algunos vertebrados de mayor tamaño, y muchos invertebrados. Las aves, las ardillas, las mariposas y los lagartos son ejemplos de animales que viven en ambientes urbanos.3 A menudo son dañados de manera directa por acciones humanas. Pero también sufren debido a la manera en que los ecosistemas afectan a su vida. Por lo tanto, podemos incluirlos también dentro de la definición que estamos considerando.

Otros animales no viven en cautividad ni bajo control humano, pero no son clasificados por lo general como salvajes. Es el caso de los considerados “asilvestrados” o “ferales”, como por ejemplo, perros asilvestrados. Sin embargo, la distinción entre animales “ferales” y “salvajes” no es importante en lo relativo al sufrimiento. Ambos son dañados de manera similar debido a las situaciones a las que se enfrentan. Por lo tanto, podemos claramente incluir la preocupación por los animales ferales cuando hablamos del “sufrimiento de los animales salvajes”.

En definitiva, podemos ver que la expresión “animales salvajes”, tal y como es usada al hablar del sufrimiento de los animales salvajes, alude a todos los animales que viven fuera del control humano. El término “animal salvaje” es sencillamente una simplificación lingüística. Pero es importante recordar que no solamente engloba a los animales que viven en zonas salvajes o semisalvajes, sino también a los animales ferales o asilvestrados y a los animales que viven en zonas urbanas fuera del control directo humano.

La pertenencia a una cierta especie no es lo relevante

Una manera habitual de usar el término “animales salvajes” es la que se refiere a los animales que no pertenecen a especies que han sido domesticadas, como los perros y las gallinas, que han sido criadas de manera selectiva durante muchas generaciones por seres humanos. Sin embargo, hay animales que son salvajes en este sentido de “no domesticados”, pero que viven en cautividad. Por ejemplo, entre estos se encontrarían los visones recluidos en granjas de pieles, los elefantes usados como fuerza de trabajo, o las cebras en los zoos. Estos animales experimentan de manera habitual un gran sufrimiento debido a su uso por los seres humanos, y su situación es algo que debería preocupar a cualquiera a quien le importen los animales.

Pero no debemos olvidar tampoco a los animales que no se encuentran en cautividad. Estos viven situaciones diferentes, y tienen diferentes necesidades. Es de estos animales, a los que no viven en cautividad, de los que se habla cuando se emplea la expresión “sufrimiento de los animales salvajes”. Hay que tener en cuenta también que existen casos fronterizos con respecto a esta definición, como puede ser el de los animales utilizados para beneficio humano que pasan la mayor parte del tiempo en el exterior. Esto ocurre, por ejemplo, con las cabras y ovejas que pasan la mayor parte de su vida en las montañas.

Problemas con los términos “vida salvaje” y “vida silvestre”

Otros términos que se emplean a menudo son “vida salvaje”, o “vida silvestre”. Estas expresiones resultan problemáticas para referirse a los animales salvajes, por dos motivos. El primero es que se suelen usar para aludir a todo tipo de organismos vivos, sin diferenciar a los animales de otros organismos que no son sintientes. El segundo motivo es que, incluso cuando se refiere de manera específica a los animales salvajes, la expresión “vida salvaje” vendría a nombrar a una masa o colectivo, no reconociendo a los animales como individuos.

Para concluir, pues, el término “salvaje”, tal como es usado en la expresión “sufrimiento de los animales salvajes” no se refiere a los animales como si no fuesen más que elementos del mundo salvaje, a diferencia de lo que ocurre con “vida salvaje”. Tampoco es un término que se emplee para distinguir a los animales en función de su especie. Sencillamente describe una circunstancia en la que se encuentran muchos animales con respecto a los seres humanos, consistente en que viven en circunstancias en las que no están bajo su control de tipo directo.

Hay quienes prefieren emplear el término “silvestre” sosteniendo que la palabra “salvaje” significa “feroz” o “brutal”. En realidad, esto es incorrecto. El término “salvaje” tiene el mismo origen etimológico que “silvestre”. El significado original de ambas palabras es igual: es literalmente, “selvático”, relativo o proveniente de las zonas boscosas. El término “salvaje” en sí mismo no es en absoluto peyorativo; por el contrario, lo que puede ser peyorativo es el empleo de tal término con el significado de “feroz” o “brutal”. Es completamente incorrecto asumir que un animal, por ser salvaje, ha de tener una cierta naturaleza fiera o de algún otro tipo. Por ello, al hablar de los animales salvajes no estamos diciendo ni suponiendo la idea de que los animales tengan una personalidad o naturaleza feroz. Asumir que es así implicaría aceptar un significado que no consideramos aceptable para el término “salvaje”.

Otros términos relacionados con el sufrimiento de los animales salvajes

Quienes se preocupan por la situación de estos animales usan también otros términos. A veces se habla, simplemente, de “ayudar a los animales en la naturaleza”. A su vez la expresión “bienestar de los animales salvajes” se emplea para describir su situación desde el punto de vista de aquello que es negativo o positivo para ellos en tanto que individuos sintientes.4 Sin embargo, hay que tener en cuenta que el término “bienestar de los animales salvajes” se ha usado de diferentes formas:5

Por un lado, para referirse a lo bien o mal que se encuentran los animales no domesticados.

Por otro lado, para referirse a la regulación de cómo los animales no domesticados son mantenidos en cautividad.

Por último, se ha utilizado también para designar la ciencia que evalúa el bienestar de los animales no domesticados.

Ante estos distintos significados, y debido a que esta expresión se suele utilizar para aludir a los animales no domesticados que viven en cautividad, hay un posible riesgo de confusión al interpretar el sentido del término.

Por otro lado, la expresión “biología del bienestar” se usa para dar un nombre a un campo de estudio que examinaría el bienestar de todos los animales, en especial de los que viven fuera del control humano, es decir, de los animales salvajes, aunque no necesariamente en exclusiva. De una manera más técnica, puede definirse como el estudio de los seres vivos sintientes con respecto a su bienestar positivo o negativo.6 La biología del bienestar sería un campo transversal que incluye la ciencia del bienestar de los animales salvajes, así como las contribuciones realizadas desde la biología y otros campos de las ciencias naturales. La ciencia del bienestar de los animales salvajes evaluaría el bienestar de estos teniendo en cuenta su comportamiento, su fisiología y otros indicadores. Otros campos, como la ciencia de la ecología, examinarían los factores externos que los afectan. La biología del bienestar tiene el potencial de contribuir a la adopción de medidas que ayuden a los animales salvajes, y que prevengan los daños que estos sufren.


Notas

1 Bruinsma, J. (ed.) (2003) World agriculture: Towards 2015/2030. An FAO perspective, London: Earthscan, http://www.fao.org/3/y4252e/y4252e.pdf, pp. 124-157 [consultado el 15 de noviembre de 2019].

2 Potapov, P.; Laestadius, L.; Yaroshenko, A. y Turubanova S. (2009)Global mapping and monitoring the extent of forest alteration: The intact forest landscapes method, Rome: Forest Resources Assessment; Potapov, P.; Hansen, M. C.; Laestadius, L.; Turubanova, S.; Yaroshenko, A.; Thies, C.; Smith, W.; Zhuravleva, I.; Komarova, A.; Minnemeyer, S. y Esipova, E. (2017) “The last frontiers of wilderness: Tracking loss of intact forest landscapes from 2000 to 2013”, Science Advances

3 Hadidian, J. y Smith, S. (2001) “Urban wildlife”, en Salem, D. J. y Rowan, A. N. (eds.) The state of the animals 2001, Washington, D. C.: Humane Society Press, pp. 165-182; Michelfelder, D. P. (2018) “Urban wildlife ethics: Beyond ‘parallel planes’”,Environmental Ethics, 40, pp. 101-117.

4 Ver, por ejemplo, Kirkwood, J. K.; Sainsbury, A. W. y Bennett, P. M. (1994) “The welfare of free-living wild animals: Methods of assessment”, Animal Welfare, 3, pp. 257-273; Harrop, S. R. (1997) “The dynamics of wild animal welfare law”, Journal of Environmental Law, 9, pp. 287-302; Kirkwood, J. K. (2013) “Wild animal welfare”, Animal Welfare, 22, pp. 147-148; JWD Wildlife Welfare Supplement Editorial Board (2016) “Advances in animal welfare for free-living animals”, Journal of Wildlife Diseases, 52, pp. S4-S13.

5 Ver Haynes, R. P. (2008) Animal welfare: Competing conceptions and their ethical implications, Dordrecht: Springer. A veces el término “bienestar animal” se utiliza entre quienes defienden a los animales para nombrar la posición que mantiene que es aceptable causar ciertos daños a los animales siempre que no sean excesivos –ver Francione, G. L. (1995) Animals, property and the law, Philadelphia: Temple University Press; (2000) Introduction to animal rights: Your child or the dog?, Philadelphia: Temple University Press–. Según esta posición, algunos usos de los animales que pueden ser perjudiciales para ellos son aceptables si se reducen al mínimo los daños que se consideran necesarios para tal uso. Este significado es diferente de los otros que hemos visto aquí. Lo que hemos dicho hasta este punto, y en el resto del libro, no se refiere a esta otra cuestión, ni implica en modo alguno tomar ninguna posición en apoyo de este punto de vista.

6 Ng, Y.-K. (1995) “Towards welfare biology: Evolutionary economics of animal consciousness and suffering”, Biology and Philosophy, 10, pp. 255-285; véase también Carpendale, M. (2015) “Welfare biology as an extension of biology: Interview with Yew-Kwang Ng”, Relations: Beyond Anthropocentrism, 3, pp. 197-202, https://www.ledonline.it/index.php/Relations/article/view/884/0 [consultado el 17 de octubre de 2019]; Faria, C. y Horta, O. (2019) “Welfare biology”, en Fischer, B. (ed.) Routledge handbook of animal ethics, New York: Routledge, pp. 455-466.