La idea de que las emociones pueden afectar nuestro razonamiento es una historia larga y controvertida en psicología. Existen varias maneras en las que los seres humanos alteran el procesamiento de información y toma decisiones. Una de ellas es el razonamiento motivado.
El razonamiento motivado es un mecanismo cognitivo por el que las personas acceden, construyen y evalúan argumentos y datos de forma unilateral para llegar a una conclusión favorable. Se llama “motivado” porque la información se interpreta para que concuerde con creencias previas; en otras palabras, nos gusta pensar que las cosas son como queremos. Esta es la razón por la que “nos convencemos a nosotros mismos” para creer que las cosas son como decimos, y distorsionamos el análisis de las pruebas que tenemos para llegar a las conclusiones que queremos; no lo hacemos a propósito, sino que es inconsciente debido a este sesgo cognitivo.
Por lo tanto, el razonamiento motivado lleva a la negación o a ignorar información que no es bienvenida. Por otro lado, nos lleva a aceptar información y argumentos que se adapten a nuestros deseos, anhelos, preferencias o creencias, de una manera mucho más fácil y con mucho menos análisis, algo que se llama sesgo de confirmación. Esta es la tendencia a buscar información que confirme las propias creencias, y a ignorar todo lo que las contradiga sin importar si es verdadero o falso.1
Los resultados sobre el razonamiento motivado y el sesgo de confirmación son la base de una conclusión clave de la psicología moderna: el razonamiento va asociado a las emociones,2 ya que los datos, los hechos y las ideas provocan sentimientos positivos y negativos. De hecho, esos sentimientos se despiertan más rápidamente que los pensamientos conscientes derivados del procesamiento de esos datos, hechos e ideas.3 Cuando la información que recibimos contradice nuestras creencias, se interpreta como una amenaza a nuestra perspectiva y, en última instancia, a nuestra identidad y sentido del ser. Por esta razón, los seres humanos solemos bloquear o ignorar información que nos amenaza y aceptamos lo que nos encaja en este sentido.4
El razonamiento motivado puede ser parte de la vida cotidiana. Por ejemplo, imagina que estás viendo un partido de fútbol en la televisión. En un momento decisivo del partido, cometen una falta contra tu equipo, y gritas “¡falta!”, pero no es señalada. Es probable que protestes, menospreciando las habilidades y objetividad de quien arbitra. Tal vez pienses —o incluso grites— que “hay tongo”, o que “no tiene la menor idea de cómo dirigir un partido”. Cada vez que repitan la jugada en cuestión, vas a encontrar elementos que prueben que el arbitraje es erróneo, y que cometieron una falta contra tu equipo. En cambio, es posible que no seas capaz de reconocer lo que prueba que la jugada no tenía que ser sancionada y que el árbitro tenía razón.
No obstante, si después pasa lo mismo, pero al revés, tu razonamiento puede ser totalmente diferente. Quien arbitra no señala la falta que cometió tu equipo contra el contrario, y te olvidas de inmediato de todas las ideas negativas que tenías antes. En esta situación, felicitas a quien arbitra por su objetividad. Debido a que queremos que nuestro equipo gane, podemos aceptar con facilidad e incluso buscar de forma activa información que confirme nuestros deseos, pero no vamos a aceptar cualquier cosa en concreto, y quizá incluso ignoremos todo lo que vaya en nuestra contra.
El razonamiento motivado se ha estudiado de manera exhaustiva. En un experimento clásico se agrupó a varios participantes en una habitación, y se les hicieron preguntas sobre historia. Antes de empezar tenían que observar a alguien que ya estaba jugando. Se dijo a algunos participantes que esa persona iba a estar en su equipo, y a otros, que iba a ser su oponente. Lo que no sabían era que en realidad estaban viendo a alguien con conocimientos expertos, que respondía cada pregunta de manera correcta. Se descubrió que participantes a los que se había dicho que la persona sería su oponente atribuyeron sus aciertos a la suerte, y no tomaron en serio sus habilidades. Al contrario, a quienes se les dijo que iba a formar parte de su equipo resaltaron sus habilidades. A pesar de que la totalidad de participantes observaron la misma escena, realizaron evaluaciones diferentes e incompatibles, lo que sugiere que ignoraron o aceptaron información de manera selectiva, dependiendo de si las pruebas satisfacían sus propios intereses previos.5
Nuestra disposición para analizar con más cuidado ideas y situaciones que no nos gustan en comparación con las que sí nos gustan también afecta nuestra manera de pensar sobre los animales. El razonamiento motivado, en cierta forma, está relacionado con los animales que se comen, porque son un gran ejemplo para mostrar cómo y por qué se descartan hechos.
Es un conocimiento bastante extendido que los animales son seres sintientes capaces de tener experiencias positivas y negativas. Casi todos los indicios externos que nos llevan a inferir la existencia de dolor en otros seres humanos se pueden observar en los animales, en especial en el caso de mamíferos y aves. Al igual que los seres humanos, los demás animales hacen una mueca cuando sufren, gimen o gruñen y tratan de evitar la fuente de dolor. Lo más importante es que la mayoría de especies poseen un sistema nervioso centralizado. Esta estructura física y su funcionamiento hacen posible que los animales, sean humanos o no, sientan y tengan otras experiencias conscientes. Sin embargo, este no ocurre en el caso de las plantas.
Sin embargo, debido a que muchas personas tienen una actitud positiva hacia la explotación animal —ya que consumen productos de origen animal y utilizan a los animales—, dudan de que los animales sean dañados de una manera importante por su explotación. Es probable que esto no sea puro escepticismo sobre la sintiencia de las vacas o las gallinas, sino una forma de razonamiento motivado en el que se afirma que “como los animales no pueden hablan, no pueden sentir dolor de la misma manera que los seres humanos”, “las vacas tienen menor capacidad mental que animales como gatos y perros”,6 o “las plantas también sienten, por lo que no resulta posible comer sin dañar a otros”.
Aunque existen pruebas irrefutables en contra de estas afirmaciones, estas creencias consiguen un ferviente apoyo. Se cree que esto sucede porque los productos de origen animal son parte de la cultura gastronómica de casi todas las sociedades. Los seres humanos se esfuerzan para dar una imagen positiva de sí mismos, y para proteger sus costumbres culturales frente a amenazas que perciben a través de mecanismos cognitivos como el razonamiento motivado.
Las vidas de los animales salvajes también se pueden percibir por este razonamiento. Cuando alguien conoce las amenazas y terribles daños que enfrentan estos animales, es común que afirmen que pueden soportar mejor el sufrimiento que los animales domesticados, o que las heridas, el hambre, el dolor y el miedo constantes los hacen ser más insensibles. Sin embargo, el sistema nervioso de los animales salvajes es prácticamente el mismo que el nuestro y el de los animales domesticados. Además, el hecho de que estas situaciones difíciles sean constantes y conocidas para ellos no significa que no sufran; significa que las afrontan porque no tienen otra opción, y no porque les resulte fácil (ver más al respecto).
Ser conscientes de que tendemos a fijarnos solamente en lo que confirma nuestras creencias (sesgo de confirmación) y no a analizar ideas distintas (razonamiento motivado) nos ayuda a entender por qué hay quienes adoptan una postura rígida e inmutable en contra de los intereses de los animales. Asimismo, hay hipótesis que prueban que, al incluir compromisos morales a nivel personal, se tiende, en especial, a manifestar una inclinación y un razonamiento motivado.7 No obstante, esto último también muestra que los hechos relacionados con la sintiencia animal y las posiciones morales pueden desencadenar una reacción emocional ante una amenaza. En este sentido, resulta importante expresar nuestro mensaje sobre los intereses de los animales como una preocupación compatible con los valores fundamentales de nuestra cultura.8
Quienes hacen activismo no están exentos de sufrir razonamiento motivado y sesgo de confirmación, ya que estos son mecanismos con los que los seres humanos procesan, en general, la información. La tendencia a buscar lo que confirma las opiniones del resto e ignorar todo lo que las contradicen sirve para satisfacer la necesidad de tener una buena opinión de uno mismo, evitar el estrés cuando se encuentran con información contradictoria y ser aceptados por el resto.9
Hay dos grandes clases de motivos en el sesgo de razonamiento. El primero está relacionado con el manejo de impresiones e interacciones fluidas con el resto, mientras que el segundo se asocia con los mecanismos desencadenados por la disonancia cognitiva y las amenazas a la validez de las propias visiones culturales.10 Estos motivos pueden dirigir nuestro mundo y la interpretación de la evidencia, y aparecer tanto cuando se produce una discusión como cuando se razona de manera proactiva para defender las opiniones previas.
Sin embargo, los seres humanos ignoran que su razonamiento está formado por experiencias y preferencias, lo que los lleva a mencionar datos pasados para apoyar sus ideas y descartar aquellos que las contradicen. En este sentido, cuando quienes hacen activismo (al igual que cualquier persona) tienen que defender su posición, es fácil convertirse en un “abogado”, intentando defender un caso, en lugar de ser un “juez” que busca la verdad.11 Esto significa que la persona se centra en presentar un argumento tras otro, sin pensar que su punto de vista puede ser erróneo, incluso cuando los argumentos de la otra parte han probado ser ciertos.
Debido a que el razonamiento motivado puede distorsionar valoraciones y actitudes, permitiendo la persistencia de creencias erróneas, es necesario mantener una mentalidad que intente explorar el escenario con la mayor exactitud posible, en lugar de argumentar nuestro punto de vista y vincular nuestra autoestima con nuestras opiniones. Hay quienes han denominado a esto “mentalidad exploradora”.12 Por lo tanto, si queremos reducir el sufrimiento y hacer lo mejor para ayudar a los animales, necesitamos preguntarnos en todo momento si estamos apoyando información relacionada con lo que pensamos, o si estamos dispuestos a buscar y analizar datos que sugieren nuevos caminos para que seamos lo más eficaces posibles.
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1 Kunda, Z. (1990) “The case for motivated reasoning”, Psychological Bulletin, 108, pp. 480-498.
2 Damasio, A. R. (1994) “Descartes’ error and the future of human life”, Scientific American, 271 (4), pp. 144-145. Munro, G. D. & Ditto, P. H. (1997) “Biased assimilation, attitude polarization, and affect in reactions to stereotype-relevant scientific information”, Personality and Social Psychology Bulletin, 23, pp. 636-653.
3 Bargh, J. A. & Chartrand, T. L. (1999) “The unbearable automaticity of being”, American Psychologist, 54, pp. 462-479.
4 Moskowitz, G. B.; Skurnik, I. & Galinsky, A. D. (1999) “The history of dual process notions, and the future of pre-conscious control” in Chaiken, S. & Trope, Y. (eds.) Dual process theories in social psychology, New York: Guilford, pp. 12-36.
5 Sanitioso, R.; Kunda, Z. & Fong, G. T. (1990) “Motivated person perception: Justifying desired conclusions”, Journal of Personality and Social Psychology, 59, pp. 229-241.
6 Loughnan, S.; Bastian, B. & Haslam, N. (2014) “The psychology of eating animals”, Current Directions in Psychological Science, 23, pp. 104-108.
7 Kuhn, D. (1989) “Children and adults as intuitive scientists”, Psychological Review, 96, pp. 674-689. Lord, C. G.; Ross, L., & Lepper, M. R. (1979) “Biased assimilation and attitude polarization: The effects of prior theories on subsequently considered evidence”, Journal of Personality & Social Psychology, 37, pp. 2098-2109.
8 Joy, M. (2013 [2010]) Por qué amamos a los perros, nos comemos a los cerdos y nos vestimos con las vacas: una introducción al carnismo, Madrid: Plaza y Valdés.
9 Kunda, Z. (1987) “Motivation and inference: Self-serving generation and evaluation of evidence”, Journal of Personality and Social Psychology, 53, pp. 636-647. Kunda, Z. & Sanitioso, R. (1989) “Motivated changes in the self-concept”, Journal of Experimental Social Psychology, 25, pp. 272-285. Kunda, Z. (1990) “The case for motivated reasoning”, Psychological Bulletin, 108, pp. 480-498.
10 Haidt, J. (2001) “The emotional dog and its rational tail: A social intuitionist approach to moral judgment”, Psychological Review, 108, pp. 814-834.
11 Ibid.
12 Galef, J. (2016) “Why you think you’re right — even if you’re wrong”, TED, February [referencia: 25 de junio de 2017].