Este capítulo abre el segundo módulo de nuestro curso sobre el sufrimiento de los animales salvajes. En él aclaramos el significado de términos como “especismo”, “discriminación”, “consideración moral” o “antropocentrismo». Describiremos cuáles deben ser los criterios para considerar a alguien moralmente. También veremos las diferentes formas que puede adoptar el especismo y los argumentos que emplea para justificarse.
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Además de ser el nombre de nuestra organización, la “ética animal” es un campo dentro de la ética que trata sobre la manera en la que deberíamos actuar hacia los animales no humanos. El concepto principal en la ética animal es el de “especismo”. En esta sección veremos en qué consiste, y algunas de las diferentes formas en que se manifiesta. En concreto analizaremos el antropocentrismo, que es una forma de especismo que favorece a los seres humanos. Y examinaremos algunos de los argumentos que se emplean para defenderlo.
El término “especismo” se acuñó hace casi cincuenta años, y es análogo a otros como “racismo” o “sexismo”. Al igual que estos, la palabra “especismo” nombra una forma de discriminación, en este caso, contra quienes no son miembros de una cierta especie. ¿Pero qué es exactamente discriminar? La discriminación ocurre cuando alguien recibe un trato peor que otros individuos de forma injustificada. Al igual que el color de piel o el sexo, la pertenencia a una especie es una circunstancia biológica sin relación con cómo deberíamos tener en consideración a ese ser. El especismo puede definirse como tratar peor de forma injustificada a quienes no pertenecen a cierta especie, o tenerlos en menor consideración moral.1
¿Qué queremos decir con tenerlos en menor consideración moral? Significa actuar como si importaran menos los daños que pueden sufrir, y los beneficios que podemos darles. Otra manera de decir esto es que no le damos la misma importancia a sus intereses. En este contexto “interés” significa un beneficio o daño potencial. Tienes un interés en algo (por ejemplo, en recibir cuidados médicos) si ello es algo que te puede beneficiar, y tienes un interés en contra de algo (por ejemplo, en contra de sufrir un golpe) si es algo que te puede perjudicar.
Dar la misma consideración a dos individuos distintos supone dar la misma prioridad a sus intereses, cuando estos tienen la misma importancia. Por ejemplo, supongamos que dos personas, Alicia y Beatriz, están sufriendo malaria y necesitan medicinas. Ambas tienen la misma enfermedad, y ambas están sufriendo por igual. Cada una de ellas tiene un interés en recibir tratamiento médico, y el interés es igualmente fuerte en ambas. Podemos curar a las dos. Si decidiéramos que es muy importante tratar a Alicia, pero que no es tan importante tratar a Beatriz, y no la curamos, no habremos tenido en consideración los intereses de manera igualitaria. Estaríamos dando importancia a los intereses de Alicia, pero no a los de Beatriz.
En el caso de Alicia y Beatriz, los intereses son los mismos. Pero la igual consideración de intereses no supone que los intereses de los individuos tengan que ser exactamente los mismos. De hecho, pueden ser muy diferentes. Ni supone tampoco que debamos tratar a los diferentes individuos de manera exactamente igual. Pero si tenemos sus intereses en igual consideración y esos intereses son igual de importantes, debemos tomarlos igualmente en serio. Por ejemplo, un pez tiene un interés en vivir en el agua, y una ardilla tiene un interés en vivir en tierra. Estos intereses son muy diferentes. Sin embargo, resultan igualmente importantes, porque un pez se asfixiaría en tierra y una ardilla se ahogaría bajo el agua. Lo importante aquí es que reconocemos que ambos intereses son igualmente importantes, aunque el contenido de tales intereses sea muy diferente, y aunque también lo sean quienes los poseen.
La igual consideración de intereses supone también dar mayor prioridad a los intereses que tienen más peso. Cuando hablamos de peso nos referimos a un mayor impacto en un individuo. El interés de Miguel en aliviar un dolor leve es menos importante que el interés de Sara en aliviar un dolor intenso. Si diéramos prioridad al dolor leve sobre el dolor intenso, estaríamos teniendo en consideración de una manera desigual los intereses de estos dos individuos, favoreciendo de manera injustificada el interés menor de Miguel sobre el interés mayor de Sara.2
Hasta aquí hemos visto qué es la discriminación, que consiste en considerar o tratar peor a ciertos individuos por razones injustificadas, y en qué consiste tener un interés, que supone poder recibir un daño o un beneficio. A continuación veremos el concepto de “consideración moral” y cómo se relaciona con los anteriores.
Considerar moralmente a alguien significa tener en cuenta sus intereses. Cuando tenemos a alguien en consideración moral, tenemos en cuenta cómo nuestras acciones y omisiones, así como nuestras actitudes y decisiones, pueden causarle un daño o un beneficio. Cuando pensamos que deberíamos tener en consideración moral a alguien, decimos que es “moralmente considerable”.3 Si alguien no recibe ninguna consideración moral, el trato que podrá recibir será como el de un mero objeto. Se le podrían causar daños por pura diversión, o se le podría obligar a trabajar para beneficio de otros individuos. Asimismo, podríamos ser totalmente indiferentes a lo que le pase, independientemente de lo mala que sea su situación o de lo fácil que nos podría resultar darle ayuda.
Sin embargo, la consideración moral no es cuestión de todo o nada. Podemos considerar en mayor o menor grado a diferentes seres. Por ejemplo, en las sociedades modernas la mayoría tiene a los animales no humanos en cierta consideración moral, por lo que, por lo general, los intereses de los animales cuentan al menos algo. Debido a esto, solemos pensar que está mal dañar o matar a los animales sin razón. Pero, aun así, se les suele tener en menor consideración que a los seres humanos. Es importante indicar aquí que, aunque podemos dar cierta consideración moral a alguien, podemos aun así dar menos importancia a sus intereses que a los de otros individuos. Esto es a lo que llamamos una discriminación.
Resulta también posible discriminar a alguien sin activamente causarle un daño. Esto puede suceder si le damos un trato peor, o menos bueno, del que damos a otros individuos, si la razón para ello es injustificada.4 Por ejemplo, discriminamos a los animales no humanos (incluso si no les causamos ningún daño) si no aceptamos darles ayuda en situaciones donde sí se la daríamos a seres humanos. Pensemos que muchas personas piensan que es muy importante ayudar a los seres humanos que están en peligro debido a desastres naturales, pero no piensan lo mismo si se trata de los animales que viven en el mundo salvaje, aunque se enfrenten a los mismos peligros (aunque esto ha estado cambiando en los últimos años).
Podemos ver que el especismo, al igual que otras formas de discriminación, puede tener muchas implicaciones diferentes para sus víctimas. Estas incluyen nuestras acciones contra ellos. Pero también nuestras omisiones, esto es, las veces en las que podríamos beneficiarles y no lo hacemos. La mayor parte de la gente piensa que se debería considerar de manera igualitaria a todos los seres humanos, y rechaza que se discrimine a algunos de estos. Rechazar el especismo supone tener una actitud similar hacia los demás seres sintientes. Esto no implica negar que los individuos de diferentes especies tengan a menudo diferentes intereses (de la misma manera en que esto ocurre entre individuos de la misma especie). Lo que supone es que, cuando sus intereses tienen el mismo peso, es decir, cuando los daños o beneficios son igual de malos o buenos para quien los experimenta, esos intereses deberían contar por igual.
La alternativa a la discriminación especista es una posición que no dé una consideración moral diferente a los animales de distintas especies. Podemos denominar a esto una posición no especista. Otro concepto distinto es el de “antiespecismo”, que consiste en la oposición al especismo. Mientras que el no especismo, o sea, la ausencia de especismo, supone intentar no actuar o pensar de una forma especista, el antiespecismo supone trabajar de manera activa contra esta discriminación.
La forma más habitual de especismo es la discriminación de los animales no humanos en comparación con los seres humanos. Esto sucede cuando nos comportamos de manera habitual con los animales no humanos de maneras en que nunca nos comportaríamos con otros seres humanos. La posición según la cual los intereses de los seres humanos importan más que los intereses de otros animales, aun cuando estos sean igual de importantes, se denomina antropocentrismo. Si estamos de acuerdo en que el antropocentrismo no tiene justificación y en que, por lo tanto, es una forma de especismo, podemos denominarlo también “especismo antropocéntrico”.5
Sin embargo, este es solo un tipo de especismo. Algunos animales no humanos son discriminados de muchas formas diferentes en comparación con otros. Por ejemplo, se suele tener en mayor consideración a los animales más relacionados con los seres humanos, o a aquellos con los que compartimos ciertas capacidades que muchos seres humanos poseen. Esto incluye a grandes simios, como los chimpancés o los gorilas, y a otros animales como los delfines o los elefantes. Además, en muchos lugares del mundo, animales como los cerdos, las vacas, los pollos o diferentes especies de peces son tratados peor que los perros y los gatos. Los cerdos, las vacas y los pollos son explotados para fines humanos de formas en las que normalmente no lo son los perros y los gatos. Aunque, en algunos países, esto es diferente y todos estos animales se utilizan para fines similares. Otro motivo para que ciertos animales sean tratados mejor que otros es que los seres humanos tengan una preferencia estética por ellos. Esto ocurre cuando se considera de forma más favorable a un oso panda o a una mariposa que a un ciervo o a un escarabajo. En otros casos las diferencias tienen que ver con distintos intereses científicos en los animales. Además, los animales más pequeños suelen tenerse en menos consideración moral que los grandes, exclusivamente debido a su tamaño. Esta es una de las principales razones por las que los invertebrados no suelen ser tenidos en cuenta, pese a que son la mayoría de animales en la Tierra. Sin embargo, existen fuertes evidencias de que son sintientes, como el comportamiento complejo de las abejas o la posesión por parte de muchos de ellos de un sistema nervioso centralizado. Por último, algunos animales son tratados peor que otros sencillamente porque causan desagrado. Esto ocurre cuando son considerados estéticamente “feos”.
La mayoría de la gente no mantiene un solo tipo de actitud especista. Por lo general se mantienen varias de estas actitudes especistas o todas ellas. Como resultado, la consideración moral que se da a los diferentes animales suele estar influida por una combinación de distintos factores moralmente irrelevantes. O sea, de factores que no tienen que ver con el peso de los intereses de los animales afectados por las distintas formas de especismo.
De todas estas posiciones, la que tiene las consecuencias potencialmente más dañinas para los animales no humanos es el antropocentrismo. A la luz de esto, es muy importante examinar si esta es una posición justificada o no. Analizaremos a continuación algunos de los argumentos usados para intentar justificar el antropocentrismo.
Hay diferentes formas en las que se defiende el antropocentrismo, la posición según la cual los intereses humanos cuentan más que los de otros animales. Estas pueden clasificarse en varios grupos que veremos a continuación. Debemos tener en cuenta que ahora estamos hablando de las formas en que son defendidas las posiciones antropocéntricas, y no de los argumentos para refutar dichas afirmaciones, los cuales expondremos en capítulos posteriores.
En primer lugar, a veces se afirma que los intereses de los seres humanos deberían importar más que los de otros seres sintientes, sin dar más argumentos. Sencillamente se da esto por supuesto. Esta posición es tan común que la mayoría de quienes creen esto lo asumen sin pararse a pensar sobre ello, excepto en los casos en los que se discrimina a los animales de maneras demasiado brutales.6
Un segundo tipo de argumentación consiste en que los intereses humanos deberían importar más porque hay una condición especial que solamente cumplen los seres humanos, la cual, sin embargo, no puede verificarse. Algunos ejemplos de esto incluyen tener un alma inmortal, o algún tipo de posición privilegiada en el universo.7
En tercer lugar, hay quienes afirman que los intereses humanos importan más porque solamente los seres humanos tienen determinadas capacidades o características especiales. Estas son, por lo general, capacidades cognitivas complejas, o capacidades relacionadas con ellas, como el lenguaje o la capacidad de aceptar responsabilidades hacia el resto. Según estos planteamientos, cualquiera con estas características merece especial respeto y mayor consideración moral que los seres que carecen de ellas.8
En cuarto lugar, se argumenta que los seres humanos poseen ciertas relaciones especiales con otros seres humanos, como amor, simpatía y solidaridad.9 Según este argumento, tenemos estas relaciones especiales solamente con otros seres humanos, por lo que deberíamos tener a estos en plena consideración moral; pero, puesto que no tenemos relaciones similares con animales no humanos, resulta justificado no tenerlos en la misma consideración. Otro argumento tiene en cuenta las relaciones de poder. Se afirma que los seres humanos pueden no tener en consideración a otros animales puesto que son más fuertes o poderosos que estos, pero que deberíamos respetar a otros seres humanos porque tenemos un nivel similar de fuerza o poder.
Por último, hay posiciones que combinan uno o más de estos argumentos. Por ejemplo, a veces se defiende que, para tener a alguien en plena consideración moral, debe poseer ciertas capacidades complejas o tener ciertas relaciones especiales con el resto de seres humanos. O se sostiene que deberíamos respetar a todos los seres que pertenecen a nuestra especie o que tienen capacidades intelectuales complejas.
Si todas estas afirmaciones fueran correctas o, al menos, lo fuera alguna de ellas, el antropocentrismo sería una posición justificada. Sin embargo, existen fuertes argumentos en contra de esto, que analizaremos en los próximos capítulos.
1 Ryder, R. D. (2010 [1970]) “Speciesism again: The original leaflet”, Critical Society, 2, pp. 1-2; Horta, O. (2020 [2010]) “¿Qué es el especismo?”, Devenires: Revista de Filosofía y Filosofía de la Cultura, 41, pp. 163-198. Para un repaso histórico sobre algunas de las principales obras acerca de la consideración moral de los animales, véase Dorado, D. (2010) “La consideración moral de los animales no humanos en los últimos cuarenta años: una bibliografía anotada”, Télos, 17, pp. 47-63, http://www.usc.es/revistas/index.php/telos/article/view/282/248 [consultado el 19 de enero de 2020].
2 La posición que defiende que los seres humanos y los demás animales poseen un “estatus” desigual se presenta en Vallentyne, P. (2005) “Of mice and men: Equality and animals”, Journal of Ethics, 9, pp. 403-433 así como en DeGrazia, D. (2008) “Moral status as a matter of degree?”, Southern Journal of Philosophy, 46, 181-198, y es criticada en Rachels, J. (2004) “Drawing lines”, en C. Sunstein and M. Nussbaum (eds.) Animal rights: current debates and new directions, Oxford: Oxford University Press, pp. 162-174; Singer, P. (2009) “Speciesism and moral status”, Metaphilosophy, 40, 567-581; Horta, O. (2017c) “Why the concept of moral status should be abandoned”, Ethical Theory and Moral Practice, 20, pp. 899-910.
3 Pluhar, E. B. (1995) Beyond prejudice: The moral significance of human and nonhuman animals. Durham: Duke University Press; Bernstein, M. H. (1998) On moral considerability: An essay on who morally matters, Oxford: Oxford University Press.
4 Se puede encontrar un análisis detallado del concepto de discriminación en 2014) Born free and equal? A Philosophical Inquiry Into the Nature of Discrimination, Oxford: Oxford University Press.
5 Dunayer, J. (2004) Speciesism, Derwood: Ryce; Horta, O. (2020 [2010]) “¿Qué es el especismo?”, Devenires: Revista de Filosofía y Filosofía de la Cultura, 41, pp. 163-198.
6 Posner, R. A. (2004), “Animal Rights: Legal, Philosophical and Pragmatic Perspectives”, en Sunstein, C. y Nussbaum, M. C. Animal rights: Current debates and new directions, Oxford University Press, Oxford, 51-77; Williams, B. (2011 [2006]) “El prejuicio humano”, en La filosofía como una disciplina humanística, Ciudad de México: Fondo de Cultura Economica, pp. 157-175.
7 Harrison, P. (1989) “Theodicy and animal pain”, Philosophy, 64, pp. 79-92; Reichmann, J. B. (2000) Evolution, animal ‘rights’ and the environment, Washington: The Catholic University of America Press.
8 Frey, R. G. (1980) Interests and rights: The case against animals, Oxford: Oxford University Press; Leahy, M. (1991) Against liberation: Putting animals in perspective, London: Routledge; Carruthers, P. (1995 [1992]) La cuestión de los animales: teoría moral aplicada, Cambridge: Cambridge University Press.
9 Becker, L. C. (1983) “The priority of human interests”, en Miller, H. B. y Williams, W. H. (eds.) Ethics and animals, Clifton: Humana Press, pp. 225-242; Midgley, M. (1993) Animals and why they matter, Athens: The University of Georgia Press; Petrinovich, L. (1999) Darwinian dominion: Animal welfare and human interests, Massachusetts: MIT Press.