Todas las evidencias nos llevan a concluir que las plantas no son seres sintientes, como se explica aquí. No tienen sistema nervioso u otras estructuras que puedan realizar funciones similares a las que realizan los seres sintientes. Debido a esto, no pueden tener experiencias, por lo que no pueden sentir dolor. Esto respalda la información que obtenemos a través de la observación, ya que las plantas no manifiestan comportamientos como los seres conscientes.
Por otro lado, podemos considerar la función que tiene la sintiencia en los animales. Esta surgió y ha sido seleccionada en la historia natural como una herramienta para motivar que los animales realicen determinadas acciones. Debido a esto, sería totalmente inútil que las plantas fueran sintientes, ya que no pueden huir de las amenazas o realizar otros movimientos complejos.
Algunas personas hablan de la “inteligencia de las plantas” y de la “reacción de las plantas a los estímulos”. Pero esto solamente se refiere a algunas capacidades que estas tienen que no implican ninguna forma de sintiencia, sentimiento o pensamiento en absoluto.
A veces se argumenta que, según algunos hallazgos científicos, se ha demostrado que las plantas son conscientes, pero esto es solo un mito. Ninguna publicación científica ha respaldado esta afirmación.
Los animales son explotados de manera terrible en las granjas y finalmente mueren en los mataderos debido a la demanda de productos de origen animal. Contribuimos a la demanda de estos productos al comprarlos, debido a que se explotará a más animales en el futuro. Al elegir el veganismo no salvaremos a los animales que ya han sido matados, pero evitamos que otros sufran el mismo destino.
Valoramos nuestras vidas y, por lo general, consideramos que matar a alguien es un daño terrible para esa persona. Esto se debe a que, cuando morimos, perdemos todas las cosas positivas que de otro modo podríamos experimentar en el futuro. Por esta misma razón, morir no solamente es malo para los seres humanos, sino para todos los seres que tienen la posibilidad de tener experiencias positivas. Esto incluye a todos los animales sintientes que pueden experimentar dolor y placer. Cualquiera que haya convivido con un animal como un perro puede entender esto: cuando mueren, podemos ver que sería mejor que siguieran con vida.
Debido a esto, incluso si fuera posible matar a los animales sin causarles ningún dolor, les seguiríamos dañando y privando de la oportunidad de tener experiencias positivas en el futuro.
Además es importante tener en cuenta que resulta imposible alimentar a millones de personas con productos de origen animal sin someter a los animales a una terrible explotación. No sería factible criar a los miles de millones de animales necesarios cada año para satisfacer esta demanda sin hacerles sufrir.
Lo mismo ocurre con la forma en que son matados. En los mataderos muchos animales son hervidos o desollados vivos de manera involuntaria (dejando de lado los casos de crueldad intencionada). Esto sucede porque, de lo contrario, quienes trabajan en los mataderos tendrían que trabajar a un ritmo mucho más lento. La demanda de productos de origen animal, sin embargo, requiere que millones de animales mueran cada minuto.
Por otro lado la inmensa mayoría de animales sacrificados para el consumo humano son animales acuáticos, como los peces, y resulta prácticamente imposible matarlos sin dolor cuando son capturados.
Nuestra biología no nos obliga a comer animales. Podemos comer productos de origen animal, pero también podemos comer otras cosas. Ambas opciones son compatibles con nuestra naturaleza biológica. De manera más concreta, que algo sea natural no significa necesariamente que sea bueno o correcto. Muchas cosas naturales, como los huracanes, la malaria o el ébola son muy dañinas. Además hay bastantes actitudes que los seres humanos han mantenido durante mucho tiempo que son claramente negativas, incluida la violencia hacia el resto. Se puede argumentar que dichas actitudes son naturales. La cuestión es que para oponernos a ellas no necesitamos negar que lo sean. Aceptar que puedan ser naturales no implica reconocer en absoluto que haya algo positivo en ellas.
Nuestros antepasados no tenían casas, libros o atención médica, como mucha gente tiene en la actualidad, y eso no significa que tengamos que rechazar esas cosas para vivir de manera más natural. Más bien nuestras decisiones deben tomarse en función de lo que resulta mejor o peor. En el caso de lo que comemos, lo importante es quiénes pueden resultar perjudicados por nuestras decisiones.
Algunas personas defienden que está justificado matar a alguien que te ataca, mientras que otras lo rechazan. Pero nadie puede defender de forma razonada que esto haga aceptable matar a otras personas en general. Lo mismo se aplica a otros animales. En cualquier caso, los animales que explotamos no nos suponen ningún tipo de amenaza (más bien, somos los seres humanos quienes suponemos una amenaza para ellos).
Hay quienes pueden responder a esto que sí, y hay quienes pueden responder que no. Pero no nos encontramos en una isla desierta sin ningún alimento vegetal. La realidad es que podemos decidir qué comer. Por lo tanto esta pregunta no es relevante para decidir si elegir o no el veganismo. Lo importante es que podemos evitar dañar a los demás y tenemos el poder para hacerlo.
La cantidad de animales domesticados disminuiría de manera muy importante si todo el mundo eligiera el veganismo porque los animales ya no serían reproducidos a la fuerza por la industria de explotación animal. Ya no existirían miles de millones de animales que sufren de manera terrible y luego son matados siendo todavía muy jóvenes.
Si la demanda de productos de origen animal disminuye y son más quienes eligen el veganismo, es cierto que se perderían puestos de trabajo en las industrias de explotación animal, aunque también se crearían nuevos empleos para satisfacer la nueva demanda de productos vegetales. En cualquier caso, debemos señalar que los animales explotados para el uso humano sufren un daño terrible que resulta más importante que el daño por quedarse sin empleo. Por lo general, la pérdida de empleo se puede solucionar, mientras que perder la vida en un matadero no solo resulta indeseable sino que también representa un daño irreversible para los animales. Lo cierto es que la mayoría de seres humanos preferiría perder un trabajo que perder la vida.