Pollos y gallinas

Pollos y gallinas

Cerca de 50.000 millones de gallinas y pollos son matados cada año en todo el mundo. Por este motivo, debido a esta explotación masiva, son de hecho, la especie de aves más numerosa del mundo. Asimismo, si contamos únicamente a los animales criados en granjas en tierra, y no a los peces y otros animales acuáticos criados en las piscifactorías, son los animales que en mayor número se matan para su consumo.

La vida que tienen es corta y llena de sufrimiento. La gran mayoría de las gallinas y los pollos criados para el consumo de su carne o sus huevos suelen vivir hacinadas en espacios minúsculos. Solamente ven la luz del sol cuando son llevados al matadero. Durante su vida la luz artificial lleva a que sus ciclos biológicos sean alterados, buscando que su explotación resulte más rentable económicamente. Sus condiciones de vida les produce un enorme estrés, lo cual les lleva a comportamientos como arrancarse las plumas unas a otras, o el canibalismo.1 Con el objetivo de evitar esto último, los ganaderos amputan normalmente parte del pico de los pollos, una operación muy dolorosa llevada a cabo normalmente mediante una cuchilla, u otros sistemas como rayos infrarrojos.2

Como en el caso de otros animales criados para la obtención de productos animales, las condiciones en las que pollos y gallinas viven contribuyen a que desarrollen una serie de enfermedades, y muchos de estos animales mueren en las granjas sufriendo enormemente antes de ser llevados al matadero.

Los animales que sobreviven, tras una vida en una terrible situación, son llevados al matadero cuando todavía son muy jóvenes. Son metidos en un camión, sufriendo un gran estrés durante el viaje y en el matadero, donde son privados de sus vidas de manera dolorosa.

Gallinas ponedoras

Al poco de salir del huevo, los pollitos pasan por un proceso de selección en función de si son machos o hembras. Las hembras serán destinadas a ser criadas para convertirse en ponedoras. En algunas granjas los machos son matados de manera inmediata, en ocasiones mediante una trituradora. En otras granjas son simplemente apilados en la basura sin ser matados, muriendo de asfixia o aplastados por el peso de otros animales. Los pollos machos no son criados como pollos de engorde debido a que la variedad de pollos genéticamente seleccionada para ser destinada al engorde no es la misma que la destinada a la puesta. No compensa criarlos para ser comidos, por lo que es más rentable simplemente matarlos cuando acaban de salir del huevo.

Cuando las gallinas llegan a los cuatro meses de vida y ya pueden poner huevos, son trasladadas a las naves de puesta de huevos. Muchas granjas actuales constan de varias de estas naves. Algunas pueden llegar a medir como un campo de fútbol de largo.

En muchas ocasiones, el lugar en el que las gallinas viven en estas granjas son lo que se conoce como “jaulas de batería”. Estas son filas de jaulas metálicas, apiladas en vertical o escalonadamente con el suelo en desnivel para que los huevos rueden hasta una cinta transportadora.

En estas jaulas hay tantas gallinas como sea posible, ocupando cada una de ellas el espacio correspondiente a aproximadamente un folio. En dichas condiciones es imposible para las gallinas anidar o asearse. Cuando frotan su cuerpo contra las jaulas de alambre, pierden plumas, y sufren contusiones y abrasiones.

Tienen que estar de pie forzosamente, con lo cual sus patas a menudo acaban siendo deformadas. Además, el alambre daña sus dedos, provocando cortes en ocasiones. Cuando el tiempo es frío sus patas pueden quedar congeladas e incluso adheridas a la reja de la jaula. En ocasiones sucede que cuando las sacan de las jaulas, sus patas se han quedado incrustadas en la reja, y les son arrancadas al tirar de ellas.

Las jaulas en batería han sido prohibidas en la Unión Europea, aunque en varios países no se aplica esta prohibición. Continúan siendo legales las llamadas “jaulas enriquecidas”. Estas pueden agrupar a varias decenas de gallinas en un espacio que da a cada gallina poco espacio más que una jaula de batería, y han de contener espacio y material para la anidación. No permiten, sin embargo, que las gallinas puedan volar ni aletear, y no protegen a los animales de las picaduras inevitables entre sí debido al estrés. Las gallinas en jaulas enriquecidas también están sujetas a enfermedades al vivir demasiado cerca de sus propias heces.

Las granjas industriales contienen muchos miles de individuos, y es imposible hacer un seguimiento de la salud de todos estos. Por ese motivo, si alguna gallina tiene algún problema de salud o sufre daños físicos por agresiones de otros animales (estresados en tan poco espacio) se ve condenada a morir sin ninguna atención. En las granjas con jaulas la disposición de estas hace difícil acceder a ellas, con lo cual normalmente sus cuerpos muertos permanecen allí hasta que todas las gallinas son llevadas al matadero.

Cada gallina puede poner a día de hoy una media de 260 huevos al año, aunque a inicios del siglo XX ponían alrededor la mitad de esa cifra. En algunas explotaciones hoy se pueden alcanzar incluso los 300 huevos. Esto es algo que en parte reduce la magnitud de la explotación animal, pues significa que menos gallinas son explotadas para cubrir la demanda existente de huevos, pero por otra parte somete a un daño mayor a las que son explotadas. Esto ocurre porque las gallinas que ponen más huevos tienen más posibilidades de sufrir enfermedades como el síndrome del hígado graso y la osteoporosis. El síndrome del hígado graso, causado por un exceso de alimentación y muy poco ejercicio, se produce cuando las células de su hígado acumulan un exceso de grasa, haciéndolas propensas a morir por hemorragia en el hígado. La osteoporosis se produce cuando el cuerpo de las gallinas emplea una gran cantidad de calcio para elaborar la cáscara de los huevos. A esto también contribuye la falta de ejercicio físico.

Los huevos de las gallinas ponedoras, así como los de las gallinas de engorde, no se encuban normalmente por estos animales. En una situación libre de explotación, las gallinas cuidarían de sus hijos. En una granja esto no sucede. Actualmente se usan máquinas incubadoras que mantienen una temperatura y ambiente controlado y pueden contener cientos o incluso miles de huevos a la vez. Cuando los pollos salen de sus huevos, se separa a las hembras de los machos y comienza de nuevo todo el proceso.

Existen otros tipos de explotación de gallinas ponedoras en los que estas no se encuentran en jaulas, pero siguen estando recluidas y hacinadas de manera similar a los pollos de engorde, en situaciones que les causan un considerable sufrimiento, como se explica más abajo.

También hay gallinas que son criadas en régimen extensivo, que no sufren algunos de los problemas sufridos por las que se hallan en jaulas. Pero, como hemos mencionado arriba, para que haya gallinas ponedoras han tenido también que nacer pollos que han sido matados. En el momento en que la explotación de gallinas deja de ser rentable, estas son llevadas al matadero.

En las granjas industriales, las gallinas son llevadas al matadero normalmente tras un año poniendo huevos. En las granjas extensivas o ecológicas, pueden permanecer con vida todavía algunos pocos años más, que pueden variar de un lugar a otro, pero que no suele superar los seis o siete años. Aunque continúen poniendo huevos, cuando su productividad decrece son enviadas a la muerte. De lo contrario, podrían llegar a vivir hasta 15 años.

Cuando no se mata a las gallinas después del primer año se les fuerza a las gallinas ponedoras a hacer la muda de plumas en oscuridad. Esto puede hacerse por medios farmacológicos, proporcionando en el alimento a estos animales sustancias que provocarán su muda; o bien mediante el ayuno, que también dispara la muda. Este último método consiste en privarles de comida durante un tiempo variable de varias semanas. Una proporción de estas gallinas que en ocasiones es del 10% pero que puede variar, muere de hambre o deshidratación durante la muda en estas condiciones, y las que sobreviven pueden perder hasta el 25% de su peso corporal. En cualquier caso, este proceso constituye un impacto notable en su organismo.3 Al mudar, comienza nuevamente el ciclo de puesta de huevos, con lo cual se busca alargar la productividad económica de los animales. La muda forzada es ilegal en unos pocos lugares, pero es una práctica habitual.

Pollos de engorde

En 2009 el gobierno sueco recomendó el consumo de carne de pollos para combatir el cambio climático, puesto que la explotación de estos animales resulta menos contaminante que la de las vacas y los cerdos.4 Dado que los pollos son animales más pequeños que las vacas y los cerdos, seguir esta recomendación provocará un aumento del número de animales asesinados. Se asume en ocasiones que los esfuerzos por proteger el medio ambiente serán buenos para los animales no humanos. Pero esto no es cierto. Pueden, como ocurre en este caso, llevar a un aumento en la muerte de animales.5

Los pollos son llevados desde las granjas a los mataderos poco antes de llegar a los dos meses de vida, hacinados en camiones en los que sufren golpes, privaciones de comida y agua, estrés, y en muchas ocasiones temperaturas muy altas o bajas.

Los pollos críados para engorde, así como las gallinas criadas por sus huevos, son animales sociales que se organizan de manera jerarquizada y cuyo mismo orden social permanece durante largos periodos de tiempo. En la industria avícola los animales permanecen hacinados en espacios muy reducidos para su número, por los que se producen disputas frecuentes,6 ya sea por el alimento disponible o por la introducción de nuevos individuos desconocidos.

La competitividad por el alimento puede ser tan fuerte que algunos animales se pueden ver obligados a no comer para evitar agresiones, lo que provocará al final la muerte por inanición o deshidratación de los individuos más débiles.

A lo largo de los años, los pollos destinados a consumo han sido genéticamente seleccionados para asegurar un crecimiento rápido que haga más rentable su explotación.7 Crecen tan rápido que son enviados al matadero a las pocas semanas de vida.

A principios del siglo pasado, un pollo podía alcanzar un kilo de peso en 16 semanas, hoy en día debe alcanzar un peso superior a los dos kilos en sólo 6 o 7 semanas. Más del doble de peso en menos de la mitad de tiempo.8 Un aumento de peso tan extremo en tan poco tiempo puede llevar a numerosas enfermedades y lesiones. Las patas de estos animales sufren lesiones y deformidades al no poder mantener el peso de su cuerpo, sus tendones se resienten y se rompen, sufren de transtornos metabólicos.9 Su sistema inmunológico se debilita.10 Es frecuente que los animales con exceso de peso sufran de arritmias, lo que puede conducir a que sufran fallos cardíacos y muerte súbita.11 Entre el 1% y el 4% de los pollos de engorde tienen un serio riesgo de padecer muerte súbita.12

Los pollos pasan su corta vida en granjas abarrotadas en las que no tendrán apenas espacio para mover sus alas. La ventilación es escasa y, según vayan pasando los días, la acumulación de materia fecal se hará más abundante. Esto unido a que los suelos normalmente permanecen mojados facilita la proliferación de bacterias y, con ello, de enfermedades.

Los animales viven pisando permanentemente sus propios excrementos que, al descomponerse, producirán vapores de amoniaco: gas tóxico y altamente irritante que causará enfermedades respiratorias en los animales, unidas a la irritación ocular, gastrointestinal y traqueal de estos animales.13 El roce prolongado con los excrementos y el amoniaco resultante provocan dermatitis de contacto.14 Se ha comprobado que la dermatitis de contacto afecta a un 20% de los animales de la explotación.15

Un estudio llevado a cabo en Estados Unidos concluyó que los pollos sufrían una mortandad del 1,1% debido a problemas en las patas (la mortalidad total fue del 3,8%),16 y que el 2,1% tenían que permanecer en el suelo debido a deformidades en las mismas.17 Asimismo, entre el 1% y el 5% de pollos estarían afectados por este tipo de problemas en el momento en que llegan al matadero.18

Su muerte al alcanzar el peso establecido es muy temprana dada la esperanza de vida que podrían tener. Así, mueren comúnmente cuando apenas tienen 6 o 7 semanas. Los pollos en granjas extensivas o ecológicas son matados algo después, pero no mucho más: cuando tienen entre tres meses y tres meses y medio de edad. Como ya se dijo arriba, los pollos pueden llegar a vivir, en cambio, hasta 15 años.


Lecturas recomendadas

Appleby, M. C. & Hughes, B. O. (1991) “Welfare of laying hens in cages and alternative systems: Environmental, physical and behavioral aspects”, World’s Poultry Science Journal, 47, pp. 109-128.

Appleby, M. C.; Mench, J. A & Hughes, B. O. (2004) Poultry behaviour and welfare, Wallingford: CABI Publishing.

Bestman, M. W. P. & Wagenaar, J. P. (2003) “Farm level factors associated with feather pecking in organic laying hens”, Livestock Production Science, 80, pp. 133-140.

Burt, D. W. (2002) “Applications of biotechnology in the poultry industry”, World’s Poultry Science Journal, 58, pp. 5-13.

Cooper, J. J. & Albentosa, M. J. (2003) “Behavioural priorities of laying hens”, Avian and Poultry Biology Reviews, 14, pp. 127-149.

Craig, J. V. & Swanson, J. C. (1994) “Review: Welfare perspectives on hens kept for egg production”, Poultry Science, 73, pp. 921-938.

Dawkins, M. S. & Hardie, S. (1989) “Space needs of laying hens”, British Poultry Science, 30, pp. 413-416.

Edgar, J. L.; Paul, E. S. & Nicol, C. J. (2013) “Protective mother hens: Cognitive influences on the avian maternal response”, Animal Behaviour, 86, pp. 223-229.

European Food Safety Authority (2005) “Welfare aspects of various keeping systems for laying hens”, The EFSA Journal, 197, pp. 1-23 [referencia: 18 de noviembre de 2012].

Evans, T. (2004) “Significant growth in duck and goose production over the last decade”, Poultry International, 43 (11), 38-40.

Farrell, D. J. & Stapleton, P. (eds.) Duck production and world practice, Amidale: University of New England, pp. 229-237.

Gentle M. J.; Hunter, L. N.; Corr, S. A. (1997) “Effects of caudolateral neostriatal ablations on pain-related behaviour in the chicken”, Physiology & Behavior, 61, pp. 493-498.

Gregory, N. G. & Wilkins, L. J. (1992) “Skeletal damage and bone defects during catching and processing”, in Whitehead, C. C. (ed.) Bone biology and skeletal disorders in poultry, Abingdon: Carfax, pp. 313-328.

Grigor, P. N.; Hughes, B. O. & Appleby, M. C. (1995) “Effects of regular handling and exposure to an outside area on subsequent fearfulness and dispersal in domestic hens”, Applied Animal Behaviour Science, 44, pp. 47-55

Guesdon, V.; Ahmed, A. M. H.; Mallet, S.; Faure, J. M. & Nys, Y. (2006) “Effects of beak trimming and cage design on laying hen performance and egg quality”, British Poultry Science, 47, pp. 12-23.

Harrison, R. (1964) Animal machines: The new factory farming industry, London: Vincent Stuart.

Huber-Eicher, B. & Wechsler, B. (1997) “Feather pecking in domestic chicks: Its relation to dustbathing and foraging”, Animal Behaviour, 54, pp. 757-768.

Janczak, A. M.; Torjesen, P.; Palme, R. & Bakken, M. (2007) “Effects of stress in hens on the behaviour of their offspring”, Applied Animal Behaviour Science, 107, pp. 66-77.

Keeling, L. & Svedberg, J. (1999) Legislation banning conventional battery cages in Sweden and subsequent phase-out programme, Skara: Swedish University of Agricultural Sciences.

Kjaer, J. & Sørensen, P. (1997) “Feather pecking behaviour in White Leghorns, a genetic study”, British Poultry Science, 38, pp. 333-341

Koelkebeck, K. W.; Amoss, M. S. & Cain, J. R. (1987) “Production, physiological and behavioral responses of laying hens in different management environments”, Poultry Science, 66, pp. 397–407.

Mench, J. A. (2002) “Broiler breeders: Feed restriction and welfare”, World’s Poultry Science Journal, 58, pp. 23-29.

Mitchell, M. A. & Kettlewell, P. J. (1998) “Physiological stress and welfare of broiler chickens in transit: Solutions not problems!”, Poultry Science, 77, pp. 1803-1814.

Mol, R. M. de; Schouten, W. G. P.; Evers, E.; Drost, H.; Houwers, H. W. J. & Smits, A. C. (2006) “A computer model for welfare assessment of poultry production systems for laying hens”, NJAS – Wageningen Journal of Life Sciences, 54, pp. 157-168.

Newman, S. & Leeson, S. (1998) “Effect of housing birds in cages or an aviary system on bone characteristics”, Poultry Science, 77, pp. 1492-1496.

Nicol, C. J. (1987) “Behavioural responses of laying hens following a period of spatial restriction”, Animal Behaviour, 35, pp. 1709-1719.

O’Sullivan, N. P. & Porter, R. E. (2011) “Hen welfare in different housing systems”, Poultry Science, 90, pp. 278-294

Onbasilar, E. E. & Aksoy, F. T. (2005) “Stress parameters and immune response of layers under different cage floor and density conditions”, Livestock Production Science, 95, pp. 255-263.

Patterson, P. H. & Siegel, H. S. (1998) “Impact of cage density on pullet performance and blood parameters of stress”, Poultry Science, 77, pp. 32-40.

Pi, C.; Rou, Z. & Horowitz, S. (2014) “Fair or fowl?: Industrialization of poultry production in China”, Institute for Agriculture and Trade Policy, February [referencia: 24 de diciembre de 2016].

Savory, C. J. (2004) “Laying hen welfare standards: A classic case of ‘power to the people’”, Animal Welfare, 13, pp. S153-S158.

Savory, C. J.; Jack, M. C. & Sandilands, V. (2006) “Behavioural responses to different floor space allowances in small groups of laying hens”, British Poultry Science, 47, pp. 120-124.

Sherow, D. (1975) Successful duck and goose raising, Pine River: Stromberg.

Sherwin, C. M., Richards, G. J. & Nicol, C. J. (2010) “Comparison of the welfare of layer hens in 4 housing systems in the UK”, British Poultry Science, 51, pp. 488-499.

Silverin, B. (1998) “Stress response in birds”, Poultry and Avian Biology Reviews, 9, pp. 153-168.

Smith, S. F.; Appleby, M. C. & Hughes, B. O. (1993) “Nesting and dustbathing by hens in cages: Matching and mis-matching between behaviour and environment”, British Poultry Science, 34, pp. 21–33.

Tactacan, G. B.; Guenter, W.; Lewis, N. J.; Rodriguez-Lecompte, J. C. & House, J. D. (2009) “Performance and welfare of laying hens in conventional and enriched cages”, Poultry Science, 88, pp. 698-707.

Tauson, R. (1985) “Mortality in laying hens caused by differences in cage design”, Acta Agriculturae Scandinavica, 34, pp. 193-209.

Tauson, R.; Wahlstrom, A. & Abrahamsson, P. (1999) “Effect of two floor housing systems and cages on health, production, and fear response in layers”, The Journal of Applied Poultry Research, 8, pp. 152–159.

United Egg Producers (2016 [2003]) Animal husbandry guidelines for U.S. egg-laying flocks, 2016 ed., Alpharetta: United Egg Producers [referencia: 7 de febrero de 2016].

Webster, A. B. (2004) “Welfare implications of avian osteoporosis”, Poultry Science, 83, pp. 184-192.

Wilkins, L. J.; McKinstry, J. L.; Avery, N. C.; Knowles, T. K.; Brown, S. N.; Tarlton, J. & Nicol, C. J. (2011) “Influence of housing system and design on bone strength and keel-bone fractures in laying hens”, Veterinary Record, 169, pp. 414-420

Zimmerman, P. H. & van Hoof, J. A (2000) “Thwarting of behaviour in different contexts and the gakel-call in the laying hen”, Applied Animal Behaviour Science, 69, pp. 255-264.


Notas

1 Savory, C. J. (1995) “Feather pecking and cannibalism”, World’s Poultry Science Journal, 51, pp. 215-219.

2 Breward, J. & Gentle, M. J. (1985) “Neuroma formation and abnormal afferent nerve discharges after partial beak amputation (beak trimming) in poultry”, Experientia, 41, pp. 1132-1134. Duncan, I. J.; Slee, G. S.; Seawright, E. & Breward, J. (1989) “Behavioural consequences of partial beak amputation (beak trimming) in poultry”, British Poultry Science, 30, pp. 479-489. Gentle, M. J.; Waddington, D.; Hunter, L. N. & Jones, R. B. (1990) “Behavioural evidence for persistent pain following partial beak amputation in the chicken”, Applied Animal Behaviour Science, 27, pp. 149-157. Hester, P. Y. & Shea-Moore, M. (2003) “Beak trimming egg-laying strains of chickens”, World’s Poultry Science Journal, 59, pp. 458-474. Glatz, P. C. (2005) Beak trimming, Nottingham: Nottingham University Press.

3 Brake, J. & Thaxton, P. (1979) “Physiological changes in caged layers during a forced molt. 2. Gross changes in organs”, Poultry Science, 58, pp. 707-716.

4 Rosenthal, E. (2009) “To cut global warming, Swedes study their plates”, The New York Times, October 23 [referencia: 9 de agosto de 2011].

5 Ball, M. (2010) The accidental activist, New York: Lantern, pp. 187-220.

6 Banks, E. M. & Allee, W. C. (1957) “Some relations between flock size and agonistic behavior in domestic hens”, Physiological Zoology, 30, pp. 255-268; Al-Rawi, B. & Craig, J. V. (1975) “Agonistic behavior of caged chickens related to group size and area per bird”, Applied Animal Ethology, 2, pp. 69-80.

7 Boersma, S. (2001) “Managing rapid growth rate in broilers”, World Poultry, 17 (8), pp. 20-21 [referencia: 14 de febrero de 2014].

8 Aho, P. W. (2002) “Introduction to the US chicken meat industry”, en Bell, D. D. & Weaver, W. D., Jr. (eds.) Commercial chicken meat and egg roduction, 5th ed., Norwell: Kluwer Academic, pp. 801-818.

9 Julian, R. J. (2004) “Evaluating the impact of metabolic disorders on the welfare of broilers”, en Weeks, C. & Butterworth, A. (eds.) Measuring and auditing broiler welfare. Wallingford: CABI Publishing. Bessei W. (2006) “Welfare of broilers: A review”, World’s Poultry Science Journal, 62, pp. 455-466.

10 Rauw, W. M.; Kanis, E.; Noordhuizen-Stassen, E. N. & Grommers, F. J. (1998) “Undesirable side effects of selection for high production efficiency in farm animals: A review”, Livestock Production Science, 56, pp. 15-33.

11 Riddell, C. & Springer, R. (1985) “An epizootiological study of acute death syndrome and leg weakness in broiler chickens in Western Canada”, Avian Diseases, 29, pp. 90-102. Gardiner, E. E.; Hunt, J. R.; Newberry, R. C. & Hall, J. W. (1988) “Relationships between age, body weight, and season of the year and the incidence of sudden death syndrome in male broiler chickens”, Poultry Science, 67, pp. 1243-1249.

12 Olkowski, A. A. & Classen, H. L. (1997) “Malignant ventricular dysrhythmia in broiler chickens dying of sudden death syndrome”, Veterinary Record, 140, pp. 177-179.

13 Kristensen, H. H. & Wathes, C. M. (2000) “Ammonia and poultry welfare: A review”, World Poultry Science Journal, 56, pp. 235-245.

14 Whates, C. M. (1998) “Aerial emissions from poultry production”, World Poultry Science Journal, 54, pp. 241-251.

15 Gregory, N. G. (1998) Animal welfare and meat science, Oxon: CABI Publishing, p. 184.

16 National Chicken Council (2020) “U.S. broiler performance”, About the Industry: Facts & Figures, National Chicken Council, March [referencia: 13 de marzo de 2020].

17 Morris, M. P. (1993) “National survey of leg problems”, Broiler Industry, 56 (5), pp. 20-24.

18 Gregory, N. G. (1998) Animal welfare and meat science, op. cit., p. 183.