Actuamos de determinada manera. Nuestros actos y las razones últimas tras ellos son los que forman nuestra moral. Actuamos de conformidad con los objetivos que pretendemos alcanzar, como el aumento de la felicidad (la nuestra y la del resto), la reducción del daño que sufren los seres sintientes o el beneficio de quienes están en peor situación. Hay también quienes actúan de acuerdo a ciertas normas, como cumplir las promesas, o decir la verdad.
En las diferentes sociedades y grupos sociales generalmente existen presunciones sobre cómo los seres humanos deberían vivir. Por consiguiente, la moral varía en cada momento y lugar.
Podemos simplemente aceptar lo que se nos ha dicho desde nuestro nacimiento sobre cómo vivir. Sin embargo, muchas personas cuestionan esas presunciones, y se preguntan si deberíamos aceptar ciegamente las bases morales que nos han enseñado. Incluso quienes no tienen una actitud tan crítica pueden descubrir con el tiempo que sus distintas presunciones morales están en conflicto, y en algún punto de sus vidas se enfrentan a situaciones donde tienen que decidir si actuarán de una u otra manera, a causa de un conflicto moral interno. Por ejemplo, pueden creer que nunca se debería incumplir una promesa, y que siempre deberíamos intentar ayudar a quienes lo necesitan. Si nos encontramos ante una situación en la que tenemos que optar entre ayudar a alguien que lo necesita, o cumplir una promesa, entonces nos estaremos enfrentando a un conflicto moral.
Cuando estudiamos este dilema de manera detenida, estamos reflexionando sobre nuestra situación moral, y a esa reflexión la llamamos “ética”. La ética es diferente a la moral. La moral está formada por las acciones y los motivos tras ellas. La ética es la reflexión crítica sobre la moral. El objetivo del pensamiento ético es detectar las contradicciones entre las diferentes afirmaciones morales y valorar qué hacer al respecto. Por ejemplo, si afirmamos que deberíamos respetar a quienes pueden sufrir, y, que podemos explotar a las mujeres o a los animales no humanos, hay una contradicción que debemos intentar resolver.
La ética es el análisis de las razones por las cuales deberíamos actuar de determinadas maneras, y no de otras. Hay muchas teorías éticas diferentes, que difieren en la manera en que nos requieren actuar, y en los argumentos que manejan. Las teorías éticas más ampliamente aceptadas son resumidas debajo.
Las teorías consecuencialistas señalan que hay cosas, acciones, estados, etc., que son buenos, o mejores que otros, y afirman que deberíamos actuar de tal manera que ocurran estas cosas. Según las posiciones consecuencialistas, deberíamos actuar para traer mejores situaciones. Por ejemplo, podemos pensar que lo mejor es un mundo donde hay tanta felicidad e igualdad como sea posible. Entonces deberíamos pensar que la mejor manera de actuar es la que traiga un mundo así.
El deontologismo afirma que hay ciertas formas de actuar que están prohibidas y otras que son obligatorias, sin importar las consecuencias de esas acciones. Por ejemplo, supongamos que contando una mentira se pudiera evitar que se contaran más mentiras. Según ese punto de vista, de todas formas no deberíamos hacerlo, ya que contar mentiras estaría prohibido.
Hay muchas posiciones deontologistas diferentes. Algunas afectan a las acciones que no deberíamos realizar, afirmando que no deberíamos matar, que no deberíamos mentir, o que no deberíamos romper promesas, por ejemplo. Otras afectan a las acciones que deberíamos realizar, como ayudar al resto a tener una vida mejor, protegerlos de sufrir daños, seguir reglas de etiqueta, etc.
La ética de la virtud afirma que lo más importante no son las acciones concretas que se deben realizar o no, sino, más bien, que desarrollemos lo que consideran un carácter moral bueno o virtuoso. Esas teorías sostienen que para saber cómo actuar, lo que deberíamos preguntarnos a nosotros mismos no es cuál sería el mejor resultado de nuestras acciones ni qué acciones están prohibidas o son obligatorias, sino, más bien, de qué forma actuaría alguien considerado virtuoso. Este enfoque se conoce comúnmente como ética de la virtud. Sin embargo, en la práctica, este punto de vista puede establecer exactamente las mismas acciones que las dos teorías anteriores.
Algunas teorías sostienen que hay cosas, acciones, situaciones, etc., que son buenas, o mejores que otras, y afirman que deberíamos actuar de forma que esas cosas sucedan. Según estas opiniones, deberíamos actuar para generar mejores situaciones. Por ejemplo, podemos creer que lo mejor sería un mundo en el que existiera la mayor felicidad e igualdad posible. Por lo tanto, pensaríamos que la mejor manera de actuar es producir un mundo con más felicidad e igualdad. Este punto de vista se llama consecuencialismo.
Según la posición ética utilitarista, los mejores resultados son aquellos en los que la suma del bienestar o la felicidad de cada individuo es la más alta posible. En otras palabras, si el bienestar positivo o negativo de todos los individuos se pudiera sumar, ese total sería el que debe ser el más alto posible.
Conforme a una posición ética igualitarista, un resultado será que otro si la situación de aquellos que se encuentran en peores condiciones mejora, así que incluso si la suma total de la felicidad no aumenta, se puede considerar como un resultado positivo.
Otras teorías existen dentro de una de las siguientes ideas:
Una situación es considerada buena si nadie está por debajo de un cierto nivel de felicidad, y mala (esto es, en necesidad de mejora) si la felicidad de alguien está por debajo de ese nivel mínimo. Esto se llama suficientarismo.
Nuestras preocupaciones morales deberían estar determinadas principalmente por nuestras relaciones de cuidado con los otros, y no por lo que es justo. Esto se llama ética del cuidado y, según algunas posiciones, tendría puntos en común con la ética de la virtud, pues ambas apelarían al carácter moral más que a lo que tenemos que hacer.
Lo que es correcto según una teoría puede ser errónea según otra. Algunas teorías pueden ser en sí mismos inconsistentes de manera interna, y por lo tanto deberían rechazarse. Un ejemplo de dicha inconsistencia es una teoría que requiera que tengamos en cuenta a todos los humanos y, al mismo tiempo no requiera que tengamos en cuenta a aquellos que no poseen capacidades intelectuales complejas.
Incluso entre teorías éticas consistentes encontramos desacuerdos. Las diferentes personas tienen diferentes posiciones. Puede no haber manera de resolver los desacuerdos entre ellos en términos definidos. Pero una teoría ética puede ser útil para ayudarnos a decidir cómo actuar en la mayoría de situaciones.
A pesar de que las personas tienen diferentes intuiciones y preferencias en lo que respecta a los puntos de vista éticos, uno de los factores que las teorías más ampliamente aceptadas tienen en común es el apoyo a la consideración moral de los animales no humanos. Podemos verlo en la sección Postura de los diferentes puntos de vista éticos respecto al especismo y el respeto a los animales sintientes.
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