Caza

Caza

Una de las actividades humanas que mata más animales es la caza. No existen estadísticas sobre el número de animales que son matados por la caza. Sin embargo, sabemos que solamente en Estados Unidos más de 13 millones de personas mayores de 16 años están registradas como practicantes de la caza.1 Si cada persona que caza matara a un solo animal por año, el número de muertes sería de decenas de millones; pero en la práctica por lo general cada persona que caza mata a muchos animales por año, por lo que el número real de muertes en todo el mundo puede estar en los cientos o miles de millones.2

Hay quienes critican la caza por el hecho de que cada año hay cientos de víctimas humanas (muertas o heridas) debido a esta actividad en todo el mundo. Algunas de estas víctimas son quienes practicaban la caza y personas que paseban. Sin embargo, si rechazamos el especismo, o sencillamente si tenemos en cuenta los intereses de los animales no humanos, no necesitamos ninguna de estas razones para oponernos a la caza. Basta con señalar que esta práctica los perjudica de muchas maneras.

Quienes cazan intentan justificar las muertes que provocan mencionando las muertes humanas causadas por animales salvajes, empleando argumentos conservacionistas, al afirmar que es aceptable cazar siempre y cuando los cuerpos de los animales se coman o simplemente por el placer que les trae. Pero la caza es moralmente inaceptable si tenemos en cuenta los intereses de los animales no humanos. Los animales cazados deben enfrentarse al miedo y al dolor, para luego ser privados de sus vidas. Si entendemos que el especismo carece de justificación, y tenemos en cuenta los intereses de los animales no humanos, es evidente que el placer experimentado por quienes cazan no puede justificar el dolor sufrido por los animales.

Diferentes formas de caza

Hay una gran variedad de animales que mueren por la caza. Quienes cazan matan a prácticamente todo tipo de animales grandes en lo que se llama “caza mayor”. Entre las víctimas se incluyen animales como elefantes, osos, rinocerontes y leones. Hay otras formas de “caza de trofeos” dirigidas hacia pequeñas aves y mamíferos. Hoy en día, quienes cazan suelen matar animales con rifles, aunque en algunos países ha sido una tradición cazar ciertos animales con perros, que ayudan a detectar a las presas y las matan. En otros casos, las víctimas son cazadas con arcos y flechas, o incluso lanzas.

Quienes cazan matan a los animales en el campo cerca de donde viven, o bien viajan donde hay otros animales diferentes. En otros casos, quienes cazan van a tierras privadas, y pagan a sus titulares para cazar en las propiedades. En algunos ranchos los animales se mantienen para que quienes cazan paguen por matarlos. Esto se conoce como caza en cautividad o “caza enlatada”. Los animales que se mantienen en propiedades privadas se compran a veces en el comercio especializado, aunque en muchos casos se compran a los circos cuando los animales son viejos y no pueden actuar, o a los zoológicos u otros espectáculos que usan animales. Estos animales, que suelen estar domesticados y acostumbrados a estar cerca de seres humanos, se pueden matar muy fácilmente.

La caza también se lleva a cabo en los safaris. Estas cacerías son caras, y la clientela puede cazar durante varios días, en los cuales tienen la asistencia de profesionales de la caza, guías y porteadores. Los objetivos de la caza en los safaris son animales raros y exóticos.

En 2005 surgió una controversia cuando una empresa anunció en internet que estaba prestando un servicio de caza en línea, lo que permitía a clientes matar animales mediante el uso de cámaras web y armas controladas de manera remota. Esta forma de matar animales, conocida como “caza por internet”, sigue siendo legal en algunas áreas pese a las numerosas críticas.3

Algunas formas de caza se consideran tradicionales porque las comunidades donde se llevan a cabo las han practicado durante mucho tiempo, incluso si los métodos utilizados para capturar y matar a los animales ya no son tradicionales (como en el caso del pueblo Makah en Norteamérica, que caza ballenas con botes motorizados y rifles). Los animales sufren y mueren igualmente, tanto si son matados de manera tradicional como si son matados por métodos modernos.

Mientras que algunas formas de caza se realizan de manera legal, otras son ilegales. La caza ilegal suele denominarse “furtiva”. Puede practicarse por ocio o por razones económicas. En algunos países la caza furtiva puede provocar la muerte de tantos animales como la caza legal. La caza furtiva es ridiculizada a menudo por quienes practican la caza legal. Sin embargo, no existen diferencias en lo relativo a la muerte y el sufrimiento para los animales. Si tenemos en consideración moral plena los intereses de los animales no humanos, deberíamos oponernos a todas las formas de dar muerte a los animales, sean legales o ilegales. Ambas causan los mismos daños, y en este sentido son idénticas.

Conservacionismo y caza

Una manera de intentar justificar la caza es afirmando que la caza supone hacer a los animales lo que los animales se hacen entre sí. A esto se podría responder que los animales depredadores de otras especies no pueden reflexionar sobre sus acciones, mientras que los seres humanos que cazan sí que pueden. Pero lo importante es que, si bien es cierto que en la naturaleza hay un gran sufrimiento por causas naturales, nuestra respuesta no debería ser aumentar dicho sufrimiento, sino reducirlo cuando sea posible. El hecho de que haya animales que estén siendo dañados de ciertas formas no es una razón o justificación para provocar más daño. En su lugar, deberíamos tratar de ayudarlos.

En otros casos se sostiene que la caza es necesaria para regular las poblaciones de animales en estado salvaje. Esta afirmación se basa en la idea de que los animales no humanos importan solamente como unidades o elementos del medio ambiente.4 Esto supone una posición conservacionista, que valora más la conservación de los ecosistemas que los seres individuales. Lo que esta postura no reconoce es que los animales pueden sufrir, mientras que los ecosistemas no pueden. Esta posición conservacionista estándar es apoyada por WWF, Sierra Club, National Wildlife Federation, National Audubon Society, Wilderness Society, Wildlife Legislative Fund of America, North American Wildlife Foundation y muchas otras organizaciones conservacionistas. También hay muchas organizaciones ecologistas que rechazan ciertas formas de caza, pero que defienden otras por ser tradicionales o por considerarlas necesarias para “controlar” ciertas poblaciones animales. Algunos ejemplos de estas organizaciones son Greenpeace y los partidos verdes de varios países.

Estos planteamientos son especistas, es decir, discriminan a los animales no humanos, ya que no se mantiene la misma actitud con los seres humanos. No se matan nunca seres humanos con el fin de preservar un ecosistema. Los ecosistemas no son sintientes: no pueden sentir dolor y solamente son importantes en la medida en que mejoran o empeoran la vida de los individuos sintientes. Los animales con sistema nervioso centralizado son individuos sintientes. Se debería dar prioridad moral a los animales sobre los ecosistemas, al igual que se hace con los seres humanos. Esta es la razón por la que cazar para conservar una determinada configuración del ecosistema no es una razón legítima para matar animales.

Debido a la forma en que funciona la dinámica de poblaciones, matar animales con el fin de regular el tamaño de la población es problemático, cuando no contradictorio. De acuerdo con las interacciones predador-presa estudiadas por las ecuaciones de Lotka-Volterra,5 cuando una determinada población animal se reduce de esta manera, dicha reducción solamente puede ser temporal, ya que la población de presas aumentará rápidamente cuando la depredación se reduzca o se elimine, siempre que hayan recursos suficientes. Esto significa que las poblaciones animales nunca se logran reducir realmente a cifras bajas de manera estable. De hecho, la única forma de garantizar que la tasa poblacional no vuelva a aumentar a la velocidad original es diezmarla más allá del nivel de supervivencia. Quienes practican la caza son conscientes de ello, y afirman que las muertes de animales deben llevarse a cabo de manera frecuente y permanente, como “cortar la hierta”. Con la denominación de “gestión de la vida salvaje”, diferentes agencias ambientales realmente promueven la cría de determinados animales para beneficiarse de su venta a quienes practican la caza y pagan para matarlos.

En algunos casos los animales son introducidos en nuevos entornos con el objetivo expreso de ser cazados. Los animales que son transportados de ciertas zonas a otras transmiten con frecuencia enfermedades a otras poblaciones animales. Los animales de otros hábitats pueden ser portadores de enfermedades e inmunidades que los animales locales no tienen. Un ejemplo de esto es la enfermedad debilitante crónica (una afección neurológica grave) en Norteamérica, que se extendió a los ciervos y alces locales cuando se trasladaron ciervos y alces criados en cautividad a otras zonas. Las poblaiones anteriores y nuevas pueden sufrir enfermedades nuevas, y los animales trasladados también son vulnerables al exterminio masivo si son considerados alóctonos e invasores.

Algunos animales como roedores, zorros y jabalíes son cazados y asesinados porque se considera que son “plagas”. Su consideración como “plaga” es subjetiva: son denominados así sencillamente porque sus intereses (a menudo intereses vitales) entran en conflicto con los intereses de los seres humanos, los cuales pueden ser más bien poco importantes.6

Cómo son dañados los animales por la caza

Los animales que son matados por la caza se ven privados de sus vidas y, por lo tanto, de cualquier disfrute futuro posible. Además de perder sus vidas, las víctimas de la caza sufren terror y estrés durante la persecución, y las que sobreviven son a menudo heridas. A veces las víctimas son progenitoras de crías dependientes, que se ven también condenadas a morir de inanición lentamente.

El sufrimiento de los animales durante la caza

Los animales cazados, como los ciervos, sufren un estrés extremo y se ven obligados a experimentar condiciones que están muy lejos de sus límites normales. Cuando son perseguidos, los ciervos huyen hasta agotarse.7 Lo hacen por miedo, que aumenta cuando descubren que no pueden escapar. Sufren terror psicológico todo el tiempo hasta que mueren.

El miedo a la muerte es horrible. La mayoría acepta esto como una cuestión de sentido común. Sin embargo, no necesitamos basarnos en exclusiva en el conocimiento adquirido y en la intuición. También es algo que se ha estudiado de manera científica, identificándose indicadores de estrés en los animales, usados para comparar los niveles de estrés que experimentan los ungulados que viven en estado salvaje.

Uno de estos indicadores es el nivel de las hormonas del estrés, como el cortisol.8 Se ha descubierto que los animales cazados tienen concentraciones de cortisol que indican un gran estrés fisiológico y psicológico. En un estudio los niveles de cortisol de ciervos cazados se encontraban en niveles nunca observados en ciervos, incluso después de haber realizado actividad física extenuante. Dichos niveles son muy difíciles de explicar si no concluimos que se deben a un nivel muy alto de estrés psicológico.9 Otros indicadores incluyen daño muscular, daño a las células rojas y agotamiento de glucógeno en la sangre, que luego se convierte en la glucosa necesaria para la alimentación de los músculos.10

Existe un consenso científico al respecto de que los ciervos están predispuestos a sufrir de manera muy importante durante las etapas finales de la caza, ya que son sometidos de manera repetida a períodos de esfuerzo físico extremo, y sus músculos comienzan a fallar. Además, la temperatura corporal de ciervos examinados es consistente con niveles altos de estrés, ya que la fisiología de los ciervos no está bien adaptada a prolongados períodos de esfuerzo, sino más bien a correr en ráfagas cortas.11

Estas observaciones proporcionan evidencia de que los ciervos experimentan estrés tanto físico como psicológico. Durante la caza, los ciervos no tienen la opción de continuar o no; se ven forzados a correr más allá de su capacidad normal hasta que ya no pueden más. Son impulsados por el miedo a la captura y a la muerte. Algo similar sucede con otros animales, como los alces y otros herbívoros perseguidos por quienes practican la caza.

Otros animales más pequeños sufren igualmente cuando son cazados. Los carnívoros que son cazados también pueden estresarse de manera extrema durante la caza. Muchas de las personas que practican la caza, incluyendo quienes cazan zorros, afirman mostrar un afecto a los perros. Esto resulta paradójico, ya que los zorros son similares a nivel genético que los perros. Tenemos razones para suponer que ambas especies tienen una capacidad similar para experimentar el dolor y el sufrimiento.

Los zorros también pueden ser perseguidos hasta que se cansan, y pueden ser heridos varias veces antes de morir. La tasa de heridas (en comparación con la de muertes) puede llegar hasta el 48% cuando se usan rifles, y hasta el 60% cuando se usan escopetas. Incluso quienes tienen experimencia en el tiro no consiguen el objetivo al disparar.12 Además, los zorros también sufren de manera importante cuando son cazados usando perros.

Cuando son perseguidos por perros, los zorros puede intentar escapar bajo tierra. Es habitual enviar a un perro de raza terrier por el agujero para tener controlado al zorro mientras los otros excavan. El zorro, incapaz de escapar, experimentará un gran miedo, que aumentará con el tiempo.13

Cuando se encuentran atrapados bajo tierra, pueden estallar peleas entre los zorros y sus captores. Los zorros matados por perros sufren profundos traumatismos provocados por las múltiples mordeduras de perros.14 Esta práctica de soltar perros a los zorros se ha convertido en un deporte en sí mismo, similar a las peleas de perros. No resulta muy coherente rechazar las peleas de perros mientras que se apoya la caza de zorros.

Por supuesto, el sufrimiento no es exclusivo de los zorros. Otros animales, como los visones (que también son cazados de manera habitual en varios países), pueden sufrir de manera importante cuando son cazados.15

Animales más pequeños, como conejos y liebres, se cazan en todo el mundo. En algunos países existen ciertas formas tradicionales de cazarlos. En los países de habla inglesa hay dos tipos de caza de liebres: la caza informal o de “acercamiento”, y la formal u organizada. En la caza de “acercamiento”, los perros son soltados tras cualquier liebre que aparezca, mientras que en la caza organizada se conducen a un área de caza de liebres.

Aunque la muerte o las lesiones de las liebres no son el objetivo principal de la caza, suelen producirse igualmente. Las liebres pueden sufrir heridas en el pecho, el cuello y la zona abdominal, que pueden hacerles morir lentamente. Los clubes de caza a menudo tienen un “recolector” listo que rompe el cuello de las liebres heridas.

Las lesiones que estos animales pueden sufrir incluyen costillas y extremidades rotas, abdomen perforado y hemorragia interna de varios órganos. En un estudio se determinó que de un grupo de liebres que fueron heridas, apenas menos de la mitad (43%) no murió hasta que la persona que las recogió les rompió el cuello. Alrededor del 50% de las liebres probablemente murió por las heridas sufridas durante el evento o tras ser recogidas. Solamente una liebre fue matada de manera definitiva por los perros.16

Se han producido diferentes cifras de muertes durante los eventos de caza de liebres, donde los perros persiguen liebres que son liberadas frente a ellos. Un informe indica que las muertes pueden alcanzar hasta el 48%, incluso cuando los perros están amordazados.17

Un trabajo de Irish Hare Initiative estudió el impacto de la miopatía (una enfermedad generalmente mortal, que incluye la insuficiencia cardíaca, la restricción del flujo sanguíneo a partes del cuerpo y la insuficiencia hepática) en liebres después de los eventos de caza de liebres, y se descubrió que la condición se presenta como resultado de estrés severo y del temor por la persecución, manipulación, transporte y captura, experiencias muy estresantes para una liebre salvaje.18

Durante un evento de caza de liebres, la liebre se detendrá justo después de su liberación, no porque esté a la “espera de los perros”, como sugieren quienes participan en esta actividad, sino debido a que no espera ser perseguida. Desde el momento en que se captura la liebre para ser utilizada en el evento hasta la hora de su liberación, sus vías normales de escape no están disponibles. Esta es una situación inusual para una liebre,19 y seguramente, especialmente estresante. Además, al igual que los ciervos, las liebres están evolutivamente adaptadas para correr a altas velocidades durante períodos cortos de tiempo para escapar de los depredadores. En el evento tienen que correr durante largos períodos de tiempo, lo que les provoca un estrés prolongado.20 Sin embargo, incluso si tal situación estresante fuera normal para una liebre, no sería justificable reproducir dicha situación de manera intencionada.

Los daños a los animales que logran escapar

A veces quienes practican la caza pasan horas rastreando a sus víctimas antes de encontrarlas. Esto ocurre de manera habitual con quienes practican la caza con arco. A menudo no son capaces de encontrar los animales que escapan, que luego mueren de manera lenta y agónica. Las estimaciones del número de animales encontrados por quienes practican la caza con arco concluyen que entre el 28% y el 50% de animales heridos nunca son encontrados.21

Los animales que escapan no están libres de sufrimiento. Los niveles hormonales elevados, indicativos de daño muscular y estrés sicológico, son similares en los ciervos atrapados y no atrapados.22

Por otra parte, muchos animales que escapan de los cazadores mueren por otras razones. Pueden lastimarse al caer tratando de evitar los obstáculos mientras huyen en pánico. También pueden correr hacia zonas suburbanas o carreteras donde son atropellados por automóviles, o matados por otros seres humanos.

Cuando los animales heridos logran escapar, tendrán que vivir con el dolor de las heridas que recibieron, que a menudo son crónicas.

Pueden pasar semanas hasta que un animal herido muere. Muchos de estos animales no mueren por el daño directo de sus heridas, sino porque estas les impiden llevar a cabo sus actividades normales. Muchos simplemente mueren por inanición, debido a que sus lesiones les impiden encontrar comida.

Por último, en el caso de los animales que temen a los depredadores, los animales que han estado en contacto con quienes practican la caza tratan de evitar a los seres humanos en la medida de lo posible. Debido al temor a ser cazados, no se arriesgan a comer en lugares donde son más visibles, y por ello pueden sufrir inanición. En ecología esto se llama «ecología del miedo”, y ocurre cuando las posibles presas temen a los depredadores. También puede suceder con seres humanos depredadores.23

Perros utilizados para la caza

Otros animales que pueden sufrir debido a la caza son los perros utilizados en esta actividad. Estos son criados de manera conjunta, y separados de sus madres para ser vendidos cuando son cachorros. Cuando no son lo suficientemente útiles, pueden ser vendidos, abandonados o matados, a veces colgándolos de un árbol. A veces los perros se pierden mientras cazan en la naturaleza (donde sus posibilidades de sobrevivir son limitadas) no se encuentran.

Además, a menudo sufren por las condiciones meteorológicas adversas. Sufren frío y calor excesivos cuando son transportados a los lugares donde van a cazar. La caza también puede suponer un riesgo para ellos. Los animales perseguidos podrían defenderse. Por ejemplo, en la caza de zorros, los perros pueden sufrir terribles heridas si se produce una pelea. Y, en ocasiones, se los confunde con el objetivo de la caza, y son disparados.


Lecturas recomendadas

Baker, R. (1985) The American hunting myth, New York: Vantage.

Bulliet, R. W. (2005) Hunters, herders, and hamburgers: The past and future of human-animal relationships, New York: Columbia University Press.

Cohn, P. (ed.) (1999) Ethics and wildlife, Lewiston: Edwin Mellen.

Curnutt, J. (1996) “How to argue for and against sport hunting”, Journal of Social Philosophy, 27, pp. 65-89.

Dahles, H. (1993) “Game killing and killing games: An anthropologist looking at hunting in a modern society”, Society and Animals, 1, pp. 169-189 [referencia: 27 de abril de 2020].

Dizard, J. (1994) Going wild: Hunting, animal rights, and the contested meaning of nature, Amherst: University of Massachusetts Press.

Eliason, S. L. (2003) “Illegal hunting and angling: The neutralization of wildlife law violations”, Society and Animals, 11, pp. 225-243 [referencia: 27 de abril de 2020].

Gunn, A. S. (2001) “Environmental ethics and trophy hunting”, Ethics and the Environment, 6, pp. 68-95.

Kemmerer, L. (2004) “Hunting tradition: Treaties, law, and subsistence killing”, Animal Liberation Philosophy and Policy Journal, 2, pp. 1-20.

National Shooting Sports Foundation (2009) What they say about hunting, Englewood: American Humane Association.

Richter, A. R. & Labisky, R. F. (1985) “Reproductive dynamics among disjunct white-tailed deer herds in Florida”, The Journal of Wildlife Management, 49, pp. 964-971.

Swan, J. A. (1995) In defense of hunting, New York: HarperCollins.

Thomas, R. H. (1983) The politics of hunting, Aldershot: Gower.

Wade, M. (1990) “Animal liberationism, ecocentrism, and the morality of sport hunting”, Journal of the Philosophy of Sport, 17, pp. 15-27.


Notas

1 U. S. Department of the Interior, Fish and Wildlife Service & U. S. Department of Commerce, U.S. Census Bureau (2002) 2001 National Survey of Fishing, Hunting, and Wildlife-Associated Recreation, [Washington]: U. S. Department of the Interior, Fish and Wildlife Service [referencia: 26 de febrero de 2013].

2 Se ha calculado que más de 200 millones de animales son cazados en Estados Unidos cada año, aunque la cifra podría ser mayor. Ver In Defense of Animals (2015) “Hunting – “the murderous business”, Hunting, In Defense of Animals [referencia: 16 de abril de 2015].

3 Seward, Z. M. (2007) “Internet hunting has got to stop – if it ever starts”, The Wall Street Journal, August 10 [referencia: 12 de abril de 2013].

4 Johnson, E. (1981) “Animal liberation versus the land ethic”, Environmental Ethics, 3, pp. 265-273. Crisp, R. (1998) “Animal liberation is not an environmental ethic: A response to Dale Jamieson”, Environmental Values, 7, pp. 476-478. Shelton, J.-A. (2004) “Killing animals that don’t fit in: Moral dimensions of habitat restoration”, Between the Species, 13 (4) [referencia: 30 de enero de 2013].

5 Lotka, A. J. (1920) “Analytical note on certain rhythmic relations in organic systems”, Proceedings of the National Academy of Sciences of the United States of America, 6, pp. 410-415 [referencia: 14 de enero de 2020]. Volterra, V. (1931) “Variations and fluctuations of the number of individuals in animal species living together”, en Chapman, R. N. (ed.) Animal ecology: With special reference to insects, New York: McGraw-Hill. Ver, por ejemplo, este modelo depredador-presa o este modelo de ecuaciones depredación-presa.

6 Young, S. M. (2006) “On the status of vermin”, Between the Species, 13 (6) [referencia: 14 de enero de 2016].

7 Bateson, P. & Bradshaw, E. L. (1997) “Physiological effects of hunting red deer (Cervus elaphus)”, Proceedings of the Royal Society B: Biological Sciences, 264 (1389), pp. 1707-1714 [referencia: 20 de abril de 2020].

8 Mentaberre, G.; López-Olvera, J. R.; Casas-Díaz, E.; Bach-Raich, E.; Marco, I. & Lavín, S. (2010) “Use of haloperidol and azaperone for stress control in roe deer (Capreolus capreolus) captured by means of drive-nets”, Research in Veterinary Science, 88, pp. 531-535.

9 White, P. J.; Kreeger, T. J.; Seal, U. S. & Tester, J. R. (1991) “Pathological responses of red foxes to capture in box traps”, The Journal of Wildlife Management, 55, pp. 75-80.

10 Rochlitz, I. & Broom, D. M. (2008) An update of ‘The review on the welfare of deer, foxes, mink and hares subjected to hunting by humans’, London: International Fund for Animal Welfare.

11 Bateson, P. & Bradshaw, E. L. (1997) “Physiological effects of hunting red deer (Cervus elaphus)”, op. cit.

12 Fox, N. C.; Rivers, S.; Blay, N.; Greenwood, A. G. & Wise, D. (2003) Welfare aspects of shooting foxes, London: The All Party Parliamentary Middle Way Group.

13 Broom, D. M. (1991) “Animal welfare: Concepts and measurement”, Journal of Animal Science, 69, pp. 4167-4175. Rochlitz, I. & Broom, D. M. (2008) An update of ‘The review on the welfare of deer, foxes, mink and hares subjected to hunting by humans’, op. cit.

14 Committee of Inquiry into Hunting with Dogs in England and Wales (2000) The Final Report of the Committee of Inquiry into Hunting with Dogs in England and Wales, Norwich: TSO [referencia: 16 de abril de 2013].

15 Hartup, B. K.; Kolias, G. V.; Jacobsen, M. C.; Valentine, B. A. & Kimber, K. R. (1999) “Exertional myopathy in translocated river otters from New York”, Journal of Wildlife Diseases, 35, pp. 542-547 [referencia: 16 de abril de 2020].

16 Committee of Inquiry into Hunting with Dogs in England and Wales (2000) The Final Report of the Committee of Inquiry into Hunting with Dogs in England and Wales, op. cit.

17 Rendle, M. (2006) “The impact of enclosed hare coursing on Irish hares”, BanBloodSports.com [referencia: 18 de junio de 2013].

18 Rendle, M. & Irish Hare Initiative (2006) “Stress and capture myopathy in hares”, BanBloodSports.com [referencia: 18 de junio de 2013].

19 Rendle, M. (2006) “The impact of enclosed hare coursing on Irish hares”, op. cit.

20 Reid, N.; McDonald, R. A. & Montgomery, W. I (2007) “Factors associated with hare mortality during coursing”, Animal Welfare, 16, pp. 427-434.

21 Ditchkoff, S. S.; Welch, E. R., Jr.; Lochmiller, R. L.; Masters, R. E.; Starry, W. R. & Dinkines, W. C. (1998) “Wounding rates of white-tailed deer with traditional archery equipment”, Proceedings of the Southeastern Association of Fish and Wildlife Agencies, 52, pp. 244-248. Pedersen, M. A., Berry, S. M. & Bossart, J. C. (2008) “Wounding rates of white-tailed deer with modern archery equipment”, Proceedings of the Southeastern Association of Fish and Wildlife Agencies, 62, pp. 31-34.

22 Bradshaw, E. L. & Bateson, P. (2000) “Welfare implications of culling red deer (Cervus elaphus)”, Animal Welfare, 9, pp. 3-24.

23 Horta, O. (2015 [2010]) “Contra la ética de la ecología del miedo: Por un cambio en los fines de la intervención en la naturaleza”, Revista Latinoamericana de Estudios Críticos Animales, 2 (1), pp. 61-85 [referencia: 14 de diciembre de 2016].